24 de Abril de 2024
Estatal

Lazos políticos y familiares permitieron hegemonía de haciendas azucareras

Ernest Sánchez Santiró, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora”
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*Ernest Sánchez Santiró dictó la conferencia magistral del III Coloquio “La caña de azúcar: dinámicas sociales y espaciales ayer y hoy” *El tema fue “La agroindustria azucarera de la intendencia de México y los estados de México y Morelos, siglos XVIII-XIX. Aspectos económicos y sociales”

| | 13 Oct 2017

En los siglos XVIII y XIX las relaciones políticas y familiares permitieron a un grupo específico el control y desarrollo de la agroindustria azucarera en el hoy llamado estado de Morelos, explicó el investigador del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora”, Ernest Sánchez Santiró.

El académico citó las interconexiones de las grandes familias no sólo de hacendados azucareros de aquella región, sino de los comerciantes y políticos, como los Icazbalceta, Musito, Velasco de la Torre, Pérez Palacio, incluso habló de Lucas Alamán, quien administró el ingenio de los marqueses del Valle.

“No es suficiente una reconstrucción de indicadores económicos –producción, mercado y precios–; si no estudiamos las estrategias sociales, de dominio político, de integración familiar y clientelar, no podremos llegar a percibir cómo efectivamente se consiguió mantener este control y el desarrollo de la agroindustria azucarera en el territorio de lo que es el distrito de Cuernavaca y el hoy estado de Morelos.”

El académico dictó la conferencia magistral “La agroindustria azucarera de la intendencia de México y los estados de México y Morelos, siglos XVIII-XIX. Aspectos económicos y sociales”, en el marco del III Coloquio “La caña de azúcar: dinámicas sociales y espaciales ayer y hoy”, que organizó el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, delegación Veracruz.

Presentó una evolución de largo plazo sobre aspectos que consideró fundamentales: cómo estaba constituida la agroindustria azucarera de esa región, cuál era la presencia territorial, cómo estaba articulada a finales del siglo XVIII y su evolución a lo largo del XIX, mismo que fue conflictivo para el sector.

Asimismo, lo conectó con una serie de transformaciones o prácticas sociales y políticas de los hacendados azucareros de la región de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas. Ambas, citó, fueron subdelegaciones en el régimen de intendencias, después como el Distrito de Cuernavaca dentro del Estado de México y a partir de 1869 como el estado de Morelos, “territorialidad política que está sobre una misma geografía económica”.

Aclaró que hasta la década de 1790 la producción azucarera de Nueva España estuvo dedicada al consumo interno y no tuvo posibilidades de competir con la de Santo Domingo (colonia francesa que después será Haití), el gran exportador a Europa.

Sobre el caso concreto de la región a la que dedicó la conferencia, remarcó: “Lo que torna lógico la presencia de la agroindustria azucarera en ese territorio es fundamentalmente lo que los economistas llaman una ‘renta de situación’, es decir, la gran proximidad que tiene con el mayor mercado consumidor de azúcar de toda la Nueva España”.

Remarcó que a finales del siglo XVIII la Ciudad de México era la mayor de toda América, y por ende fue el gran mercado consumidor de azúcar, se trataba de una urbe con más de 300 mil personas. “Ese territorio da lógica a esa producción azucarera”.

Aclaró que el consumo era específicamente de azúcar, no de piloncillo o panela, variedades más económicas. “Estamos hablando de una producción enfocada a sectores que tienen una capacidad de consumo muy alto. El azúcar era un producto de semilujo”.

Asimismo, habló de que el producto era trasladado por un sistema de canales, lo cual economizaba considerablemente el proceso; también se refirió a su penetración en el resto del país, “porque lo que buscaban los hacendados azucareros, que a su vez eran miembros del Consulado de Mercaderes de la Ciudad de México, era obtener la plata”, lo cual se genera por intercambio. Incluso, en 1790 estos empresarios intentaron competir en los mercados internacionales, lo cual resultó complicado pues se incrementaba el costo del traslado a través de recuas hasta el puerto de Veracruz.

El autor del libro Azúcar y poder: estructura socioeconómica de las alcaldías mayores de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas, 1730-1821, destacó una característica especial de aquella zona y su industria azucarera, que en su momento celebró el propio Alejandro de Humboldt: que la producción era rentable y se lograba con mano de obra libre, pese a que el binomio de la época era azúcar-esclavitud.

Aclaró que la evolución posterior cambió el panorama, pues si algo caracterizó al siglo XIX es precisamente el fortalecimiento del binomio descrito.

La viabilidad económica de esta agroindustria se encontró en cuestionamiento en la primera mitad del siglo XIX, no obstante, no desapareció y mantuvo sus privilegios de dominio hasta finales de ese siglo.

La geografía fue uno de los recursos de los cuales se valieron, pues “la territorialidad ya no eran los pueblos de indios y las haciendas azucareras”. En otras palabras, la República lo que hizo fue territorializar la política y generar municipios, y en éstos participaron tanto los que vivían en villas como en pueblos.

Es más, “una de las cosas que hicieron los hacendados azucareros en el siglo XIX fue activar políticamente su mano de obra, porque éstos pasaron a ser ciudadanos con derecho a voto y acudían de manera religiosa a votar a los candidatos que proponían los hacendados azucareros en los municipios, así como en las elecciones distritales y estatales y federales”.

Para Ernest Sánchez, cuya línea de investigación es historia económica y social de México en el tránsito de la Colonia a la Independencia, ahí se observa una de las primeras características que ayudaron a fortalecer los intereses de este grupo económico.

“Eso es uno de los mecanismos que ayudan a entender cómo la reconfiguración política está ayudando a la permanencia del control político sobre los recursos naturales del territorio de Morelos”, concluyó.