20 de Abril de 2024
Una opinión diferente
Por: Isael Petronio Cantú Nájera

Con la iglesia hemos topado; Sancho amigo…

23 Feb 2017 /

Al derrumbe del impero Romano, que se basaba fundamentalmente en las leyes positivas y objetivas hechas por los hombres en medio de sus relaciones económicas y políticas, le siguió la construcción de poderes más ideologizados asentados sobre las ideas religiosas. La historia de todas y en particular del cristianismo, el apostolicismo y lo católico, es la historia de la estupidez humana y la destrucción cruenta de todo esclavo, plebeyo o trabajador que no se somete al poder del grupo que tiene el control de la “iglesia”.

“Contra la iglesia hemos topado” le dice el Quijote a su fiel escudero Sancho, como una advertencia para no pelear contra una institución que “asesina” toda disidencia; el autor Miguel Ángel de Saavedra, lo sabe, pues la nefasta “Inquisición” no mira con buenos ojos su predicas por un mundo mejor… los dueños de la iglesia solo quieren el mundo que a ellos les da poder.

La conquista de México, en época de los Reyes Católicos, se realizó con la barbarie propia del fanatismo religioso que despojó al otro, al indio, de razón y alma, para justificar los actos brutales de exterminio sin sentir escrúpulo humano de estar asesinando al humano; al ser peor que bestias, se podía hacer lo que fuera con ellos.

El pensamiento religioso es una prolongación del pensamiento infantil y anida el la psique con el mismo poder fantástico de “creer” que Santaclos o los Reyes Magos nos premiaran en algún momento. Creer en los dioses y santos es un acto de fe y no un acto racional ni científico sobre nuestras relaciones económicas, políticas y sociales como especie en el planeta. Creer profundamente en Dios o en el Diablo ejerce una influencia categórica sobre la conducta del creyente… sus actos materiales están influidos bajo los parámetros morales y éticos de la institución que los administra y más aún por los hombres que se ostentan como dueños de la fe. Los creyentes son esclavos de su fe y ella los mueve a realizar el mandato “político” de sus amos.

La religiosidad del pueblo mexicano ha sido nefasta, pues sometido por la espada y la ideología religiosa, el pueblo ha soportado con estoicismo, que los administradores de la iglesia, es decir, sus amos los esclavicen sin oponer ninguna resistencia salvo la fórmula de resistir abnegadamente la explotación porque “dios” así lo quiere.

La Puta de Babilonia, como suele llamarse a la Iglesia romana que administra el pensamiento religioso de millones de mexicanos, es todo menos la moral y la ética ciudadana. Aquella, consciente de su poder manipulador, no se detiene para lograr sus fines de control sobre los feligreses: hace guerras santas, asesina a los disidentes, se regodea sobre los instintos más atroces de la especie; emborracha, prostituye, violenta la sexualidad sin importar edad ni sexo, crece en una bacanal extravagante de lujuria, revolcándose sobre los cimientos morales y éticos que supuestamente le daban en sus orígenes cierta razón de ser y de existir: un ejemplo vivo y actual de cómo es y cómo funciona el poder de las iglesias es sin duda Marcial Maciel, el difunto y ex dirigente de los Legionarios de Cristo.

Al tiempo, a las virtudes clásicas del mundo occidental, que bien se pueden rastrear en otras culturas y que son Justicia, Fortaleza, Templanza y Prudencia, se le agregaron desde el mundo controlado por la iglesia: Fe, Esperanza y Caridad, con lo cual, hombre genérico escindió su psique entre lo racional y lo irracional. La Areté griega del ciudadano ejemplar, construido socialmente por un mundo de leyes y consecuente con ellas (Sócrates bebiendo la cicuta), dio paso a la moral judeocristiana inmedible a los ojos del hombre y solamente ante la entelequia de dios y sus administradores.

Los Estados modernos se escindieron entre estados laicos y estados confesionales; entre saber y conocer que todo poder dimana del pueblo y en su honor se instituye o creer que deviene de dios y a sus vicarios se debe.

Reconocido el fenómeno religioso como un derecho personal e individual; pues la gente puede creer en lo que se le pegue su regalada gana; pues puede tener fe en la “santa muerte” o en la “virgen del pan tostado” que un día aparece en el pan bimbo mohoso que los pobres recogen de la basura y nutre su hambre y su ignorancia; el Estado democrático moderno, construcción social que se une a través de sus relaciones de producción, no puede permitirse que la religiosidad de unos se imponga sobre la de otros; por eso, concede como un derecho humano la “libertad” de creencias, credos y manifestaciones litúrgicas de toda índole; mientras él (el Estado) se asume como una institución “laica” “arreligiosa” “no confesional” y deja, que sus burócratas o administradores por designación o elección, profesen según su capacidad intelectiva la creencia religiosa que quieran.

El PRD es un partido político laico, constitucional, que emerge y es concreción de los deseos y anhelos concretos del pueblo de México en la búsqueda y construcción de un nuevo Estado Social y Democrático de Derecho. Ubica a las instituciones eclesiales como estructuras sociales dentro del Estado que representan la “fe” de los ciudadanos; pero les acota el Poder en el ámbito político, dada las largas luchas y contradicciones entre la libertad y derechos liberales y democráticos que la Constitución prevé y garantiza y los que el Derecho Canónico ofrece como derechos eclesiales otorgados a sus fieles o genéricamente los que ofrece una visión “bíblica” del mundo.

¿Qué hace un militante y servidor público miembro del PRD, cuya conducta política, ética y moral se rige por la Constitución en general y los estatutos partidarios en particular, profesando y utilizando políticamente su creencia religiosa ante el pueblo?

¡Hace la más nefasta y demagógica política de control popular! ¡Hace una traición a los principios laicos del Estado mexicano y a los principios ético-políticos del PRD!

Los representantes populares del gobierno de coalición (¿?) PRD-PAN en Veracruz, donde se destaca el Secretario de Gobierno y expresidente estatal del PRD en Veracruz, hincados y doblando la cerviz, acuden a la iglesia católica a rendirle pleitesía al papa, al sacerdote, a los vicarios de cristo y de paso, engañar al pueblo ante lo ineficaz de sus políticas y públicas y mandando el mensaje de que hay que tener “fe, esperanza y caridad” y que dios de por medio, las cosas se van a resolver pronto.

La canallez del acto es execrable, pues sus conductas personales y sus actos políticos no encuadran en la mínima moral cristiana, menos en la ética liberal y democrática del ciudadano: se hincan y agachan la cabeza, sin nobleza alguna, sino como medio de “control” para un pueblo hastiado de la corrupción y la inmoralidad de los gobernantes.

Socarronamente se ríen del pueblo, saben que se les esquilma la soberanía, como se le esquilma al niño el juguete de navidad o como se le esquilma al indio, el oro por cuentas de vidrio; o la idea racional de justicia por la idea de bienaventuranza en los cielos y más allá de la vida.

Un PRD ignorante, creyente, dogmático, corrupto y en manos de fariseos… usa ahora a la religión para gobernar; atrás están quedando las herramientas políticas de creación e implementación de políticas públicas participativas de fuerte componente ciudadano, medidas con matrices que arrojen resultados de eficiencia y calidad; se cambia la transparencia por un acto de fe en la bondad de las autoridades; se anula la rendición de cuentas por una declaración en el confesionario (¿Robaste hijo… Bueno, pero poquito) y esfuma la revocación del mandato por un “ya lo pagará con dios” mientras el vicario de cristo, se frota las manos al recibir de ofrenda el dinero robado al pueblo o el cobro que los sicarios, narcotraficantes, pederastas, que hacen de sus víctimas, para “santificarlo” o “lavarlo” e introducirlo al circuito legal del dinero.

Otro PRD tiene que levantarse y construirse sobre la moral ciudadana y modelos participativos de gobernanza democrática que redunden en el mayor bien común en esta tierra y en este momento, no como un acto de fe, sino como una certeza sociopolítica… otro mundo es posible y lo queremos ahora.

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