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09 Abr 2017 / *Hablar sobre representatividad o democracia y su interpretación, son ejemplos de como cada interlocutor puede argumentar diferentes puntos de vista, aunque se trate de ver la misma problemática desde diferentes ángulos
En 2016 el diccionario Oxford escogió el término posverdad, como la palabra más utilizada durante los doce meses de este año; las razones para su elección fueron que durante los años precedentes se estuvo utilizando extensivamente esta palabra, con un uso cotidiano de la misma que la asociaba de diferentes maneras a distintos contextos, donde la referencia a hechos pasados se correlacionaban al presente, haciendo que el término se fuera asociando a hechos corroborables o no en el presente, aunque fueran objeto de una “duda razonable”. De aquí que últimamente, se utilice para aceptar la negación, la aseveración o la distorsión de los hechos, a costa de una verdad incierta o inclusive pervirtiendo la verdad, para posteriormente llegar a ser flexibles y “conocer” el verdadero resultado.
La posverdad de hecho, se ha utilizado de diversas maneras y en diversas formas, pero ha adquirido carta de naturalización en el discurso político, e inclusive en el quehacer político, donde los pronunciamientos sobre determinadas tesis o posicionamientos políticos, a veces conllevan aspectos emotivos y subjetivos, donde los hechos o los datos parecieran ser irrelevantes y carentes de apoyo factual, ya que lo importante no es lo que se diga si no como se diga, aunque la información presentada en muchos casos se ofrezca sin corroborar, porque lo que importa es la “seguridad” con la que se sostenga.
Hablar sobre representatividad o democracia y su interpretación, son ejemplos de como cada interlocutor puede argumentar diferentes puntos de vista, aunque se trate de ver la misma problemática desde diferentes ángulos. Un caso digno de mencionar son las así llamadas “Mentiras de Trump”, donde cada pronunciamiento del presidente del país más poderoso de la Tierra, son posverdades que han tenido que estar sujetas al escrutinio público.
El Washington Post, le ha contabilizado 317 mentiras en tres meses y contando a Donald Trump, lo relevante es que conllevan un gran significado porque importa quien las ha pronunciando. En México los continuos ataques a las “Mafias del Poder” y los epítetos lanzados contra las fuerzas armadas de parte de AMLO, no serían materia de análisis si no fuera por quien a diario los endereza, ya que al igual que Donald Trump, la mayoría de las veces son conceptos que no se pueden verificar, pero que sí influyen en el ánimo de las personas, porque son frases metafísicas, que no contienen información verificable, pero sí son pronunciadas con el afán de modificar las conductas electorales de los individuos (Véase El Arte de la Mentira, septiembre 2016).
En esta lógica, es importante entender que en todos los casos, el manejo político de la posverdad es sumamente relevante, pues normalmente aquellas personas que tienen la habilidad o la capacidad para decir verdades a medias, o medias mentiras, o simples mentiras, como la historia lo ha demostrado una y otra vez, terminan por equivocar el rumbo y llevan a sus países al despeñadero. Una y otra vez, la gente cree en ellos y terminan decepcionando a las mayorías. Los hechos objetivos dejan de tener relevancia y dan paso a la formación de una opinión pública, que es cautivada con los llamamientos a las emociones y a las creencias personales.
La génesis del problema son las mentiras que se dicen, como se dicen y el impacto que provocan, que la mayoría de las veces no son corroborables de inmediato, pero que al igual que las posverdades, son lanzadas a la ligera y con la habilidad que tienen algunos actores para dramatizar y convencer al electorado, conllevan mensajes políticos imposibles de verificar, pero que tienen que ver con las mentiras, en el sentdo en que las hablaba el ex-Primer Ministro del Reino Unido, Benjamin Disraeli, cuando señalaba que existían tres tipos de mentiras, las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.
Ahora le llamamos las posverdades, con el agravante que son impulsadas y dramatizadas por la combinación del bombardeo de un ciclo de noticias durante las 24 horas del día, un precario equilibrio mediático no verificable y una creciente ubiquidad de los medios. En Veracruz, conocemos mucho de estas posverdades.
Comentarios: [email protected] (*)Maestro en Ciencias y Doctor en Economía por la London School of Economics and Political Science, de la Universidad de Brunel y la Universidad de Londres, Inglaterra.
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