29 de Marzo de 2024
Una opinión diferente
Por: Isael Petronio Cantú Nájera

El sello del autoritarismo

24 May 2017 /

Una vez que fueron derrotados y dominados los aztecas, los españoles impusieron su modelo monárquico: un solo hombre cuyo poder descendía directamente del poder de dios. Cada español hizo lo que quiso con los pueblos nativos y si la mezcla al paso del tiempo generó el mestizaje de hoy, fue tras una larga noche de conquista y depredación; de imposición y destrucción de los mitos del otro y la trasmutación hacia los mitos judeocristianos. Poder patriarcal, deísta, al que no se le puede reclamar ni objetar nada porque es todopoderoso.

Con la independencia vino un remedo de República que asimiló las peores pesadillas que los hombres y las mujeres tienen del poder: Su alteza serenísima: Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón ¿Alguien le dijo a ese hombre que no era alteza y mucho menos serenísima? Nadie. Gobernó el país en seis ocasiones y lo hizo como le dio la gana y cuando fue derrotado en Texas, firmó acobardado, para liberarse, el Tratado de Velazco, que trajo luego la firma del ominoso tratado Guadalupe-Hidalgo y finalmente la venta de la Mesilla.

La sistemática venta de los bienes nacionales a lo largo de los últimos treinta años, si bien existe una república con sus tres poderes, sigue siendo la inercia de poderes autoritarios que se concentran en la figura del presidente. No existe referente alguno que nos señale que el poder presidencial tenga como basamento la sabiduría del gobernante y su ejemplo de recta política ética; quedan en el imaginario colectivo solamente la figura de Benito Juárez y de Lázaro Cárdenas, fuera de ahí: los complejos y la ansiedad de los demás presidentes son resaltados porque los intentaron resolver desde el poder, desquiciando a la República.

Esa matriz ladina, anclada en el poder brutal del padre español violador de la chingada madre, hace que la conducta de nuestros políticos, mujeres u hombres, sea neurótica, ahora de trastornos de la personalidad; en las que se manifiestan la disociación, las parafilias y disfunciones sexuales o de control de impulsos como la cleptomanía… roban y no se dan cuenta… creen que son de izquierda pero son del PRI… creen ser sexualmente eficaces y atractivos pero son anorgásmicos y acomplejados por su fealdad.

Por supuesto que la psicología es poco usada en el análisis político y desde éste, se espera que el político sea congruente con su discurso… no va más allá de la superficie discursiva, ni menos rasca en los deseos reprimidos del político. Es ejemplar ese cuaderno encontrado en la bodega del indiciado exgobernador Duarte, donde su esposa repetía maniacamente: “Si merezco abundancia, si merezco abundancia, si merezco abundancia”, mientras en el suelo veracruzano una guerra de baja intensidad cercenaba a la población y la pobreza extrema aniquilaba a otros en medio del aquelarre de la corrupción.

En el relativismo de todas las conductas, ¿cuántos escribimos en la página blanca de nuestro inconsciente: si merezco abundancia.? Digamos que todos, máxime educados en la promesa teológica del cielo y como castigo el infierno, que por salud preferimos consciente o inconscientemente ir al cielo.

¿A dónde van los políticos cuyo trastorno es la disociación de su personalidad o la cleptomanía que les permite robarse todo? En medio de una sociedad donde está degradada la república, donde hay carencia de gobernanza democrática y no existe una ciudadanía participativa, puede sin duda alguna: llegar a gobernar y desde el poder realizar todos sus deseos inconscientes, por muy pervertidos que sean.

Por ello, necesitamos superar esos anclajes autoritarios y antidemocráticos y avanzar en la convivencia de nuevas sociedades solidarias y tolerantes con el otro; cuyo entramado legal no represente la barda que todo mundo quiere romper o brincar, sino las reglas de una convivencia armoniosa que permita el desarrollo armonioso de la personalidad.

Romper la legalidad y aparentar ser legal; exigir la democracia siendo autoritario; autoproclamarse solidario despreciando al “otro”, ha sido el bagaje que se aprehende en la sociedad capitalista que aliena al hombre como una mercancía más, sujeta del deseo inconsciente de todos.

Esta mella en la conducta humana tiene significancia en la medida de que el sujeto tiene más poder que otro: si el presidente o la presidenta hacen de la corrupción una virtud, ¿por qué no puedo yo ser virtuoso así?

La normalización de las conductas que corrompen la administración pública, las relaciones sociales y en general la política, logran en momentos de grandes crisis de las sociedades el entronizamiento de modelos como los de Hitler y Mussolini.

¿Podría haber diferencias entre las conductas de los políticos que se auproclaman de izquierda y de derecha, siendo la matriz cultural predominantemente autoritaria y proclive a la corrupción? Sin duda que sí.
Corresponde a la izquierda ser un movimiento más racional y objetivo, que trascendiendo o sublimando los “complejos” se plantee la construcción de un nuevo Estado, una nueva cultura y un ser menos alienado; por supuesto, y de eso se trata este artículo: ningún militante que se autoproclame de izquierda lo será plenamente si no sublima sus complejos que se nutren desde su infancia en la cultura patriarcal y corrupta.

De ahí, que muchos dirigentes que corrompen su función lo siguen siendo y no encuentran resistencia alguna, porque los otros, inconscientemente: ¡Quieren ser como él o como ella!
Sin duda el reto es grande, pero eso es justamente el devenir de los pueblos y la construcción cada vez más humana del hombre: sublimar y resolver sus complejos y construir una sociedad más libertaria, más democrática y por qué no: ¡Más feliz!

Más entradas
Lo más reciente