29 de Marzo de 2024
Una opinión diferente
Por: Isael Petronio Cantú Nájera

La Perra… ¡Bravísima!

10 Sep 2017 / *Tenemos, y hay que reconocerlo, el conocimiento y la comprensión científica del mayor número de fenómenos de la naturaleza y hemos pasado de contar con los dedos de las manos y de los pies, a las modernas computadoras cuánticas que generan terabits de información en segundos y contribuyen a matematizar todo tipo de problemas

Sufrimos los efectos del calentamiento global y el sol, según astrónomos, decidido a quemarnos con su vaho infernal a miles de grados Celsius de calor con cada llamarada que nos lanza; la Tierra sensible a su astro y dependiendo de él para todo lo que se llame vida, se mueve convulsa hasta quebrarse en una partes, mientras que en otras, los cambios de temperatura crean ciclones, monzones, tornados y fuertes mareas (tsunamis) como consecuencia de las fuerzas gravitacionales que mantienen al todo cohesionado.

Con su libre albedrío, sólo el hombre no se somete a esas leyes, y decidido a ser dios, mueve los fieles de balanzas antiguas intentando modificar cosas con las que debería aprender a vivir de manera armoniosa.

Detiene el curso normal del agua, juntando miles de toneladas de potencial muerte. Usa energía de organismos fósiles lanzando al aire millones de toneladas de polvo que cambian la esencia de la atmósfera. Estalla artefactos nucleares que imitan la energía del sol en espacios cercanos a la vida, que no resiste ni su calor, ni su sonido, ni sus radiaciones… así, el ser más inteligente que se ha creado en la tierra, actúa como el más idiota en su relación con ella, al grado de llevarla a cambios convulsos que amenazan la extinción de la propia especie.

Con la detección de la ondas gravitacionales hace unos cuantos meses, el hombre y la mujer por supuesto, se irguió sobre todo el universo como el complejo orgánico más inteligente. Tenemos, y hay que reconocerlo, el conocimiento y la comprensión científica del mayor número de fenómenos de la naturaleza y hemos pasado de contar con los dedos de las manos y de los pies, a las modernas computadoras cuánticas que generan terabits de información en segundos y contribuyen a matematizar todo tipo de problemas. Los registros, trasladados a la big data permiten crear modelos predictivos con escaso margen de error… pronto, se hará realidad una ciencia “psicomatemática, psicohistórica” como la que utiliza Hari Seldon de la Saga de la Fundación de Isaac Asimov, para predecir el modelo de gobierno, de buen gobierno para todos.

Pero mientras eso llega, la parte más ambiciosa y estúpida del hombre, está acumulando errores que amenazan un futuro más luminoso de la propia humanidad; y esa estupidez se acrecienta en la medida en que los dirigentes, los gobernantes, han llegado al poder comprando el voto y utilizando las debilitadas mentes de la gente ignorante: Peña Nieto, Duarte, Trump y Jong Un son los ejemplos de esa estirpe ignorante, soez y egoísta de la raza humana. Su ambición por la riqueza personal o de su grupo (el grupo se identifica en sus antivalores) no solamente se basa en la explotación del prójimo y de las riquezas naturales de la tierra, sino en la construcción de modelos de corrupción, montados en aparatos de destrucción masiva con los que aprisionan y amenazan a miles de millones de seres humanos, que incapaces de oponer resistencia se vuelven “zombis”.

Creen que están protegidos por el poder que actualmente da el dinero y que sus bienes no serán tocados por mano alguna; que sus cuerpos no serán lacerados por cualquier violencia, que no tendrán sed, ni hambre, ni dolor… eso creen y en su fantasía exponen al mundo a la hecatombe final.

Necesitamos prevenirnos de la naturaleza, de sus formas y efectos. Ya lo sabemos: el sol calienta y quema; el agua refresca y quita la sed, pero mata en abundancia; el aire sostiene el vuelo del ave, pero la estrella contra las rocas si su velocidad es excesiva; si tiembla hay que estar bien parado para no caerse y así, verdad tras verdad, son cosas que ahora con la ciencia ya sabemos ¿Por qué no prevenimos entonces? ¿Por qué no respetamos las miles de leyes que hay sobre la materia? Simple: porque nos gobiernan los estúpidos y los hemos dejado mal gobernar; luego entonces deberíamos de levantarnos de las rodillas, que las plegarias al cielo no paran ningún temblor, ni calman huracanes que son propios de la naturaleza, deberíamos de erguirnos como seres humanos dignos que somos y exigir al gobierno de los estúpidos que rindan cuentas, que transparenten la información, que realicen con eficiencia y eficacia todas las políticas públicas para el mayor bien común, que respeten la ley para que todos las respetemos, para que construyamos y utilicemos los recursos de la naturaleza de manera sostenible y sustentable, porque si depredamos a la naturaleza, no nos espantemos que un día no nos pueda sostener y se vuelve nuestra peor enemiga.

Decía mi abuelita, cuando estaba creando una cachorra allá por los años 70´s: -No hagas brava a la perra, un día te va a morder- yo no hice caso y con sorna más brava ponía a la perra pegándole en el hocico. Creció la perra con el odio metido en las entrañas contra todo ser humano. Recia cadena la sostenía a un troncón de chijól (Piscidia communis) y contenía su furia larvada por mi estupidez e inconciencia. Cierto, durante algún tiempo, no hubo nadie que osara acercarse a la casa para robarme, pero eso no fue lo peor… mis amigos y amigas tomaron distancia de mi por el gran temor a la perra y me fui quedando solo.

Una noche, pasado de copas, llegué a la casa dando tumbos; la perra, que ni nombre tenía, ladraba fuertemente, tiraba de la cadena que tronaba en cada jalón: -¡Cállate, cállate, perra pendeja, soy yo!- el último jalón reventó la cadena. El tronar de sus dientes contra los huesos de mi pierna hicieron que sonara la fractura; el dolor anestesiado por el alcohol lo hizo sordo, pero el jaloneo de sus fuertes quijadas, los meses de humillación, el odio larvado en su memoria contra todos los hombres pero más en contra mía, hacía que hundiera más sus puntiagudos colmillos en mi pierna. Grité de terror, la perra me arrastraba con todas sus fuerzas desagarrando centímetro a centímetro la piel y los músculos. Nadie venía en mi ayuda, ni los vecinos, nadie… dije mil improperios, maldije a la perra sin nombre… mi abuelita salió con un balde de agua fría y la arrojó en la cara de la perra… esta me soltó y salió huyendo por el monte… mi abuelita me tomó de la mano, me levantó y sólo dijo: -¡Bravísima la perra! ¿Verdad?-

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