28 de Marzo de 2024
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Hoy como nunca, pero… ¿Hasta cuándo?

15 Sep 2017 /

De que ha habido alianzas políticas siempre, no hay duda. Operadores políticos se han agrupado contra el Ejecutivo, o contra una amenaza que reduzca su influencia y poder desde épocas remotas. Lo usual, no obstante, en la política mexicana, era que se hiciera por debajo de la mesa: una repartición de los estancos de poder a fin de que quedaran “todos felices, todos contentos”, como fue el caso en 2012 cuando todos los priistas y afines se aliaron en contra de Felipe Calderón y la posibilidad de que Josefina Vázquez Mota llegara a la presidencia.

Estos frentes de manera informal no habían sido tan evidentes hasta que la oposición panista dejó de serlo. El PRI, aporreado entonces, buscó entre tirios y troyanos y entre sus mismos expulsados o relegados la forma y manera de frenar, entorpecer y obstaculizar las acciones del ejecutivo que no les favorecieran.

Cabe recordar que se llegó a una casi inmovilidad legislativa en que se alcanzaron más de 1,000 iniciativas estancadas en ese par de sexenios. A Calderón le arrebataron la satisfacción de dejar un PAN fortalecido, que ganara gubernaturas, o más escaños, tanto en el Senado como en en las diputaciones.

El PRI llegó a nivel más bajo en 2006, aun siendo gobierno, en 17 estados; tenía 106 diputados, 33 senadores y quedó en tercer lugar en la carrera a la presidencia con nueve millones 800 mil votos; para finales del sexenio calderonista, en las elecciones para 2012 el PRI surgió como ave fénix y volvió a ser la principal fuerza política en México.

Ahora, el recientemente conformado Frente Ciudadano por México, una mezcolanza de principios partidarios que confluyen con 2 objetivos no dichos: repartirse el territorio nacional, enfrentarse a la hegemonía priísta y detener la avalancha de tránsfugas perredistas (y de otras fuerzas vivas) hacia MORENA.

Así que los coordinadores parlamentarios del PAN, Marko Cortés Mendoza; del PRD, Francisco Martínez Neri; y de Movimiento Ciudadano, Clemente Castañeda, con la anuencia de los presidentes nacionales de sus institutos políticos (Partido Acción Nacional, Ricardo Anaya Cortés; del Partido de la Revolución Democrática, Alejandra Barrales; y de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado Rannauro), conjuntamente con la de los líderes de sus respectivas bancadas en el senado (PAN en el Senado, Fernando Herrera Salazar y del PRD, Luis Sánchez Jiménez) ya hicieron su tómbola a fin de repartirse el país.

El flamante Frente Ciudadano por México le dejará al PAN sus territorios tradicionales: Guanajuato, Puebla, Veracruz y Yucatán; al PRD, también, “su” Ciudad de México, Morelos y Tabasco, donde ya gobierna, aunque los candidatos todavía no suenan, saben que unidos son invencibles en esas entidades. A Movimiento Ciudadano, le cedieron Jalisco y Chiapas, reforzados los momios a su favor por el carisma del hoy alcalde de Guadalajara y de la vicecoordinadora de su grupo parlamentario en la Cámara de Diputados, María Elena Orantes López.

Y es verdad que esta coalición que se ha registrado ante el INE puede hacer la diferencia para contrarrestar las tendencias hegemónicas del PRI, siempre y cuando persista el interés por los principios y no un enfrentamiento por las personalidades.

Ante una fuerza semejante, el PRI, en voz de su dirigente ha dicho que es asombrosa tanta colaboración entre ideologías de por sí contradictorias, pero que no temen perder las elecciones federales ni el ejecutivo, porque, dijo, estarán unidos “hasta que la candidatura a la presidencia los alcance”.

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