28 de Marzo de 2024
Una opinión diferente
Por: Isael Petronio Cantú Nájera

El político Kitsch

25 Ene 2018 / *El nuevo rico ostenta su avaricia y la manifiesta en lo “grandote”, en lo aparente frente a las masas desnutridas y ayunas de una cultura auténtica de participación en la cosa pública

La cultura es compleja y por ende su análisis, sus manifestaciones se ordenan con base a los intereses de minorías, de grupos en el poder o de las grandes instituciones, como las diversas iglesias y sus ideologías que han marcado profundamente etapas de la cultura humana. Hoy, con una globalización altamente tecnificada, fundamentalmente en el transporte, comunicaciones y teleprocesos, las prácticas culturales avanzan como ráfagas de vientos huracanados, inundando de manera irremediable imaginarios, prácticas sociales y económicas. Por ejemplo, en el sistema financiero, el dinero es ya en sí, una mercancía (virtual) desvinculada de la producción, del trabajo, y se reproduce viralmente gracias a los paraísos fiscales.

El uso de los “gadgets”[1], variando precios, son utilizados ya por casi todo mundo generando la sensación de una sociedad informada, lo cual es cierto, sin embargo, hay una profunda alienación, una especie de embriaguez en la forma de pensar de la gente, de tal suerte que pocos se detienen a pensar si un argumento tiene una referencia con la objetividad de la realidad o si es una simple mentira. Lastimosamente estamos en un periodo conocido como la postverdad, donde se puede decir todo falsamente de una cosa, de un hecho y las grandes masas se lo tragan, lo consumen, como si de una gran verdad se tratara.

En las primeras décadas del siglo pasado, aparecieron las vanguardias (Avant-garde) y también las primeras revoluciones que pusieron en el centro del debate los derechos sociales, por encima de los derechos de clases y estamentos, estos movimientos crearon expresiones culturales que duramente criticaban las estructuras y las formas del Siglo XIX y los comienzos del XX, a la par, la industrialización, la masificación de muchas mercancías que antes eran hechas a mano y en pocas cantidades y que ahora el mercado exigía en grandes cantidades ante una desproporcionada demanda, en un círculo perverso de oferta-demanda. A lo original lo desplazó lo “chafa”, lo pirata, la mala imitación, lo sucedáneo… lo chino.

La nueva burguesía (el político corrupto que se vuelve rico de la noche a la mañana) imita pretenciosamente el status de la alta burguesía y consume copias de lo original, imposta el estilo y compra plástico en lugar de cristal, trajes aunque le vengan “guangos”, camionetotas aunque no sepan manejar. Esa conducta no tiene consciencia estética ni utilitaria, consume cosas, para aparentar cierto status social del cual, obviamente se carece.

Para los alemanes eso es Kitsch, es decir un gusto vulgar de la nueva burguesía que imita un estatus que no tiene. El término viene del alemán meridional kitschen: hacer chapuza o también de barrer mugre de la calle. En todo caso, lo Kitsch, sería una imitación de los estilos de formas históricas prestigiosas, que son, impuestas por el mercado y consumidos masivamente para aparentar un estatus que no se tiene.

Pero lo kitsch va más allá que el simple consumismo, marca también un ethos: una forma de ser frente a lo real, a lo auténtico y en ese sentido define también el ser político, es decir, el político kitsch desprecia las genuinas formas de la democracia participativa, transparente, rendidora de cuentas, horizontal e imita y consume el discurso político populista sin ideología alguna, simplemente porque sabe que eso le da un estatus dentro de las élites de poder. No le importa si avanza dentro de un partido de derecha o de izquierda, se llamen como se llamen; no se preocupa si existe consecuencia ética entre su discurso y sus hechos, él, consume y reproduce la política Kitsch.

El nuevo rico ostenta su avaricia y la manifiesta en lo “grandote”, en lo aparente frente a las masas desnutridas y ayunas de una cultura auténtica de participación en la cosa pública. Para el filósofo Rob Riemen el político kitsch resulta peligroso, nos dice: “Cuando la democracia de masas se contamina de una crisis y la sociedad es avivada por el resentimiento, el miedo y el odio, el Rey del kitsch hará uso de un talento fascista que florece en la política del engaño. Su autoritarismo y la exigencia de una lealtad incondicional se muestran como una fuente de liderazgo, mientras que su hostilidad hacia el intelecto y su aborrecimiento contra de las artes se traduce en antielitismo. El Rey del kitsch revela su conflicto con los hechos inoportunos al tacharlos de noticias falsas y al referirse a sus propias mentiras como hechos alternativos. Su falta de ideas y visión se esconden al culpar a todo tipo de chivos expiatorios, mientras que su indiferencia por el resto del mundo la hace pasar como una brillante estrategia para hacer su país grande de nuevo.”[1]

Así, los partidos de toda laya, cuyos dirigentes son en menor y mayor medida políticos kitsch, manifiestan su total desprecio por la autenticidad de la democracia y la participación real y proactiva de la ciudadanía. Llegados al poder a nombre del pueblo, le escamotean el poder impidiendo que decida sobre el presupuesto y las políticas públicas más idóneas para el desarrollo del bien común. ¡Ellos son el poder! el pueblo sufre sus efectos.

Xalapa es un claro laboratorio de esta masificada cultura donde ya no interesa quien se es, sino cuánto se tiene ¿Cómo explicarse el “consumo” de los ricos kitsch en la política local? ¿Cómo interpretar que el comerciante de plástico Ahued (por cierto no le interesa que el planeta esté inundado de él) sea recibido con aplausos en partidos tan distintos como lo son el PRI y MORENA? ¿Cómo explicar que la señora Ferraez, dueña de empresas radiofónicas típicas de la postverdad, brinque del PRI, pase al PAN y quiera ser de MORENA? ¿Qué nos dice el duro expanista ferretero Pipo Vázquez, detractor de AMLO, cuando se entrevista con él y ahora le brinda su apoyo? ¿Qué ideología política y social los anima, son de derecha, de centro, de izquierda, son demócratas? ¡Nada! Son políticos Kitsch cuyo afán personal está en acumular más poder y acrecentar su fortuna a como dé lugar y como sea: ¡hacen chapuza!

Por supuesto que existen sistemas políticos que no son Kitsch y en materia de democracia, existen múltiples estudios sobre la “gobernanza democrática” donde lo original está en la auténtica participación activa de la ciudadanía, la cual, con sendas contralorías sociales mantiene a raya a los políticos, a los que se les impone una “accountability” rendición de cuentas, enriquecida con mecanismos de transparencia y gobierno abierto haciendo un uso de las modernas herramientas de comunicación e información; donde la eficacia y eficiencia se miden, castigándose o premiándose mediante un auténtico servicio civil de carrera y la revocación del mandato como derecho ciudadano para sancionar toda conducta que corrompa la función pública, y algo no menor en el océano de corrupción que impera: hacer pública la declaración 3 de 3, y ajustar los salarios para que correspondan a la realidad de la mayoría de la gente trabajadora… no son todos los elementos que integran un modelo de gobernanza democrática, pero con ellos bastaría para demostrar que no se es un político kitsch a la hora de ser el gobernante.

La nueva comuna que está al frente del gobierno de Xalapa no gana por la excelsitud de sus integrantes, sino por el coraje y la civilidad de sus conciudadanos; por la exigencia de una mayor participación y una toma de decisiones más horizontales que ponga freno a la corrupción y al fallido Estado que no garantiza la mínima seguridad.

En la contratación vertical y autoritaria de administradores de “fuera” por parte de las autoridades del ayuntamiento, no existe un sentimiento de “xenofobia”, sino de rechazo a las típicas conductas de la política Kitsch: la decisión de los gobernantes enfrentada a los mecanismos democráticos de convocar a exámenes de oposición dentro de sólidos sistemas de Servicio Civil de Carrera.

Afortunadamente, Xalapa con su estridentismo y sus vanguardias, opone siempre la frescura del pensamiento crítico y la exigencia de una gobernanza democrática frente al brutal consumismo plástico del populismo kitsch. Siempre hay urnas que premian la auténtico o castigan la chapuza y ahí el ciudadano de bien, sabrá votar una vez más intentando construir un buen gobierno.

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