15 de Junio de 2025
Cultural

Cocodrilos, el periodismo como arma contra el olvido en el México violento


Foto: Agencias .

*Veracruz a través del lente: lejos de la belleza y cerca del horror

Revista Los Cínicos . | Guadalajara, Jalisco | 15 Jun 2025

Por Alberto Zúñiga Rodríguez


México forma parte de los países más violentos y peligrosos para ejercer el periodismo, únicamente por detrás de naciones en guerra como Siria o el genocidio que ocurre en Palestina. Los factores que contribuyen a esta incómoda y dolorosa realidad para nadie son desconocidos: nula legislación que proteja a las personas que ejercen este oficio y por consecuencia, dificultad para tener un acceso digno a la justicia, acoso e intimidación del crimen organizado y, por supuesto, una altísima tasa de impunidad. 


Sobre este pasaje desolado, donde las cámaras y periodistas se convierten en un blanco de la violencia, Cocodrilos (2024) de J. Xavier Velasco, nos adentra -desde el Puerto de Veracruz- en la historia de la experimentada reportera Amanda González (sublime la gran Teresita Sánchez), quien tiene información privilegiada sobre el modus operandi de cómo “la maña” mata a sus víctimas, de acá el título que da nombre a esta Ópera Prima estrenada en esta edición 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).


Para completar su misión periodística, Amanda al salir de la iglesia donde ha recibido los datos de un joven taxista que estuvo secuestrado y trabajando para los malandracos durante un año (y que pudo escapar de ahí sin saber apenas cómo), convoca a su lozano pupilo y reportero gráfico Santi Ortíz (Hoze Meléndez) para encomendarle unas fotografías del lugar donde estas atrocidades se llevan a cabo. Ambos brindan con cerveza en una terraza de los míticos portales del centro del Puerto de Veracruz, Santi aprovecha para hacerle un retrato a su maestra (sin saber que será el último) y luego expanden los detalles en la casa de la mentora, con otras frías de por medio. Santi le expresa su miedo de incorporarse a esta investigación, pero Amanda lo convence, argumentando que es su obligación como periodistas denunciar esta masacre.


Una secuencia después, la profesora es brutalmente asesinada en su casa junto a su pequeña hija que es testigo de la muerte de su madre y quien se une a su trágico destino. Las autoridades argumentan que ha sido un robo a casa habitación para darle carpetazo al asunto, situación que obliga a Santi a actuar y darse a la tarea de llevar -literalmente- hasta sus últimas consecuencias esta investigación. El cariño a su profesora y verla muerta in situ, encienden el motor de esta arriesgada cruzada.


Velasco en Cocodrilos nos propone -en clave de thriller, con una imagen altamente contrastada- una mirada cruda y una forma de ver al fotoperiodismo como un acto de resistencia y de consecuencias atroces para quienes lo ejercen. Película necesaria en tiempos donde la narcocultura se normaliza como la humedad entra la población mexicana (en series, canciones, vestimenta y forma aspiracional de vida para muchos) y que hace que trágicos casos como el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, después de unas semanas se queden en el olvido de la agenda pública (cuando tendría que ser justamente lo contrario y provocar una conmoción nacional).


A diferencia de thrillers políticos convencionales, esta ficción -que en momentos da la sensación de lindar con aspectos formales del cine de no-ficción, especialmente por el recurso de cámara en mano-, construye su narrativa alrededor de la importancia de la imagen fija como testimonio indeleble en un país donde la verdad se borra con sangre y la impunidad es el pan de cada de día.



Veracruz a través del lente: lejos de la belleza y cerca del horror


La belleza paradisiaca del Puerto jarocho luce poco frente al enorme escenario de terror que se ha convertido.


La película aprovecha a su protagonista fotoperiodista (ese versátil y talentoso tijuanense de Almacenados, 2015, Mente revólver y Sueño en otro idioma, 2017, por mencionar algunas) para que lo podamos observar mientras registra desde su cámara el horror o la forma en la que encarna el miedo del reto al que se enfrenta, que no es menor y que como espectador pone los pelos de punta. De aquí la sensación de documental, con una fotografía cimentada en luz natural desde el ojo de Felipe Pérez-Burchard (con la misma encomienda en El hombre que vio demasiado de Trisha Ziff en 2015 y que tiene a otro protagonista fotoperiodista, Enrique Metinides, y la violencia como parte neurálgica-temática). De aquí también la percepción de estar en primera persona acompañándolo por esa puesta en cámara con planos secuencia que nos hacen observarlo en distancias cortas, acompañarlo.


Velasco en Cocodrilos nos propone -en clave de thriller, con una imagen altamente contrastada- una mirada cruda y una forma de ver al fotoperiodismo como un acto de resistencia y de consecuencias atroces para quienes lo ejercen. Película necesaria en tiempos donde la narcocultura se normaliza como la humedad entra la población mexicana


La belleza paradisiaca del Puerto jarocho y del Golfo de México (para nosotros se sigue llamando así) luce poco frente al enorme escenario de terror que se ha convertido y que bien nos retrata Velasco, desde su tierra natal y quien temáticamente ya se había aproximado a este fenómeno con su cortometraje nominado al Ariel en 2012 Juan y la borrega. Para él calaron profundamente los asesinatos de la periodista Regina Martínez y el fotorreportero Rubén Espinosa, ocurridos durante el sexenio 2010-2016 de Veracruz, y sin ser ningún tipo de representación de dichos crímenes, es un homenaje a ellos y al incremento de los ataques a periodistas no sólo en ese estado. Sobre el caso de Espinosa, recomiendo ampliamente A plena luz: El caso Narvarte (2022) de Alberto Arnaut en Netflix.


La mentoría interrumpida: una generación sacrificada.


Amanda González, sublime la gran Teresita Sánchez.


La relación entre el exalumno y la mentora simboliza la transmisión intergeneracional del oficio en condiciones de guerra y en precariedad absoluta. Santi tiene a su madre enferma (impresionante Arcelia Ramírez), sufre episodios psicóticos, paga a una mujer para que la cuide, su padre ha muerto o presumiblemente asesinado y no se puede permitir cuidarla en una crisis que la lleva al hospital después de recibir una caja-amenaza.


La investigación inconclusa que hereda el protagonista contiene una especie de negativo que revela la forma en que el gremio reacciona (imperdible la escena de la cantina que motiva el desplegado), el miedo de la población de inmiscuirse en estos temas por temor (Santi buscando a su informante y el diálogo con su madre y la vecina lo explica generosamente) y el profundo terror de saberte perseguido por un enemigo “invisible”, un fantasma que todos -como pueblo- sabemos cómo opera y dónde se esconde, o no.


Cocodrilos no ofrece respuestas fáciles. Tampoco anda con sutilezas y el trabajo de su reparto de primer nivel lo hace patente (otro de sus grandes aciertos: Mayra Sérbulo, Carlos Aragón, Karem Momo, Manuel Cruz Vivas, Hamlet Ramírez, entre otros). Su final abierto, nos resulta familiar y desde su ficción nos estampa entre ceja y ceja una dolorosa verdad que existe y nos persigue como país pero que el Estado no quiere aceptar (de ningún orden de gobierno): el México preso de la violencia y el crimen organizado. Aquí en 103 minutos -como en la vida de much@s periodistas- el viaje del héroe se mutila pero el mensaje sigue siendo claro y no puede ser otro: no se mata la verdad matando periodistas.


 


Alberto Zúñiga Rodríguez es cineasta y un obrero fílmico nacido en el rancho de las balas perdidas -fílmicas- Morelia, Michoacán. Ha dirigido los largometrajes Rupestre (2014), En la periferia (2016) y Emiliana Gat-alana (2023). Vive en Barcelona desde el 2022 donde conduce y produce el cinepódcast Tónica Replicante.