En Veracruz se respira el miedo

*Ser periodista, incluso de sociales, es todo un reto de cara al imperio chairo. Nomás no se puede estar en paz

Édgar Hernández . | Xalapa | 25 Ene 2025

Más de una vida periodística -apenas 53 años- hoy invitan a la reflexión sobre esa circunstancia de vida dónde me tocó vivir.
De “hueso” a columnista siempre queda algo que contar como es el caso de quien escribe.
Media una historia como reportero de radio, en ese añejo Radio Mil, que me hizo merecedor al Premio Nacional de Periodismo por el “Destape” de José López Portillo.
Y cómo no contar esas páginas de la heroica insurgencia de valientes chavales que presencié como corresponsal en Centroamérica que merecieron también el máximo reconocimiento nacional en periodismo
De gran recuerdo esas complicadas incursiones en Barcelona con ETA.
Y cómo olvidar a Lech Walesa que fui a buscar a Dansk, en Polonia donde su movimiento “Solidaridad” lo llevaría a la Presidencia de su país y a mí a obtener el máximo galardón de la más acreditada organización periodística nacional.
O esa internacional como lo fue la “Orden Rubén Darío” por el trabajo reporteril en favor de la libertad del pueblo nicaragüense luego de 42 años de yugo dictatorial.
Un conflicto armado más en mi quehacer periodístico fue la Guerra de las Malvinas, una guerra nunca vista, acaso bien narrada, que también me fue reconocida con el máximo galardón periodístico.
Fueron muchas páginas al servicio de tan arrebatada chamba, el periodismo.
Sin embargo, todo tiene un principio y un fin.
Del trabajo reporteril transité a la llamada Comunicación Social.
Fueron 23 años al lado del llamado “Hombre Leyenda”, Fernando Gutiérrez Barrios, quien de Caminos y Puentes me llevó a su tierra no sin antes preguntarme:
-¿Es usted veracruzano?, a lo que le respondí “¡No señor, soy chilango, de La Merced!”
-Bueno, bueno… -me respondió: “¡Solo enseñe la cara y pasará usted como jarocho! -.
Otras responsabilidades en la Comunicación Social gratas, muy gratas, fueron con ese caballero, el doctor Guillermo Soberón, como Secretario de Salud y con la Presidenta del Senado, María de los Ángeles Moreno y más tarde como Representante del Gobierno de Michoacán en la ciudad de México.
El paso del tiempo me llevó a hurgar, en aras de la paz, a la reflexión y análisis periodístico, televisivo y radiofónico y qué mejor que en ese remanso veracruzano que conocí en la época de don Fernando.
Hace tres lustros en busca de tan anhelado paraíso jarocho que invitaba a vivir de los recuerdos, de los amigos y, desde luego de la familia y el buen vivir, como que se atoró.
Con la llegada de Fidel Herrera a la gubernatura se abrieron las puertas de par en par no a la felicidad, sino a los Zetas, luego, entre 2004 y 2025, a once grupos más de los llamados Cárteles delincuenciales.
Secuestros, cobros de piso, control del mercado de alimentos, el trasiego, la narcopolítica y la violencia y muerte a plena luz del día.
A todo ello hay que incluir la repetida escalada de ajusticiamientos a periodistas que nos llevó a lo que es hoy es del dominio público, ser la entidad con el mayor número de asesinatos de periodistas.
Veracruz es el primer lugar en homicidios a comunicadores, aclarados y sin aclarar, en todo el país.
Es la plaza que posee en nada honoroso primer lugar en periodistas masacrados, literalmente masacrados, con un saldo mayor que el que alcanzado en la guerra de Rusia con Ucrania en sus inicios.
El remanso pues, nunca me llegó.
Ser opositor en esta entidad al momento de escribir estas líneas es el equivalente a firmar una sentencia de muerte.
Cuando no es el crimen organizado son las venganzas de los gobiernos morenos en turno o el amordazamiento y muerte que legendariamente imponen los caciques, los dueños de tierras y vidas o de los políticos que no soportan señalamientos de sus raterías y abusos de poder.
Aquí desaparecieron las hamacas, ahora los hogares son refugios, son bunkers.
Hay una regresión a la época feudal, al porfirismo remasterizado, a la era Morena en donde los comunicadores honestos son los chayoteros y fifis y los arrodillados que reciben mendrugos, los apóstatas de la libertad de expresión, la cuna de la democracia.
En Veracruz se respira el miedo.
La nuestra es la sede mundial de los desaparecidos y fosas clandestinas. Es el lugar donde sin exagerar “La Maña” tiene el mejor archivo clasificado de cómo se mueve la prensa.
Los años que pasé como “Corresponsal de Guerra” son juegos de niños ante la realidad que vive Veracruz en donde el 99.9% de lealtad y .1% de capacidad que reclaman los “cacalovers” te da el salvoconducto que marca la diferencia, no entre ganar bien o ganar mal, sino en hacerte acreedor a la licencia para robar.
Es el cooperas o cuello, como dicen los clásicos.
Hoy pueblos y ciudades se miran desiertos después de las 6 de la tarde. Vaya hay incluso congresistas que exigen se decrete “Estado de Sitio” permanente en todo el territorio veracruzano, ese litoral del Golfo de México, no de Trump, de 700 kilómetros en donde las mujeres de plano se resguardan en sus casas apenas empieza a oscurecer.
Ser periodista, incluso de sociales, es todo un reto de cara al imperio chairo.
Nomás no se puede estar en paz.
Tampoco esperar regrese la fiesta jarocha, ni esos atardeceres contemplados desde los corredores de las casas de teja o de aquellas interminables charlas con el vecino y ¿qué tal echarse un aguardientito en la parroquia de la esquina?, tampoco existe.
Veracruz perdió la alegría.
Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo
Pd.- ¡Gracias hermano Javier López!