18 de Junio de 2025
Nacional

Nuevo escándalo: Mara Lezama, en la mira del gobierno de Estados Unidos


Foto: Agencias .

*No hay sentencia. No hay pruebas públicas. Pero sí hay una advertencia: el caso no está cerrado y los reflectores  internacionales  están encendidos

Agencias . | Ciudad de México | 17 Jun 2025




En el telón  de la política mexicana, hay momentos en los que una sola revelación basta para encender preguntas que nadie quiere responder.











 

Así ocurre este inicio de semana, cuando la periodista de investigación Anabel Hernández, a través de su pódcast Narcosistema, reveló que el gobierno de Estados Unidos investiga a la gobernadora de Quintana Roo, Mara Hermelinda Lezama, por presuntos vínculos con el crimen organizado.


El señalamiento no proviene de una hipótesis cualquiera, sino de una figura reconocida por su trayectoria seria y su historial de investigaciones que han cimbrado a gobiernos tanto del pasado como el presente.




No hay sentencia. No hay pruebas públicas. Pero sí hay una advertencia: el caso no está cerrado y los reflectores  internacionales  están encendidos.




La gravedad del asunto no está solo en lo que se dice, sino en el silencio.



Ese  silencio de las autoridades federales y de la propia gobernadora frente a una acusación tan delicada genera una sombra de duda más peligrosa que cualquier titular.


¿Es posible que un personaje tan cercano a la cúpula presidencial, esté siendo monitoreado por autoridades extranjeras sin que el gobierno de México tenga algo que decir?




Este caso se suma a una narrativa que ya se venía construyendo con piezas inquietantes: alertas rojas de EE.UU., presuntos vínculos con el narco, y  cada vez más frecuente conexión entre poder político y crimen organizado.




Pero quizá lo más preocupante no sea la investigación misma, sino la normalización del escándalo.



La opinión pública parece haberse acostumbrado a vivir con la sospecha como parte del paisaje. Nos están enseñando a ver la corrupción como ruido de fondo.


Hoy no es momento de juicios mediáticos ni de linchamientos anticipados. Pero sí es momento de exigir respuestas.




Cuando la opacidad sustituye al diálogo, y el silencio sustituye a la rendición de cuenta, desaparece la calidad moral.




No se trata de una guerra de partidos, sino de una urgencia nacional. 




Hay que recordar que, en comunicación política, el silencio también es una respuesta.


Cuando múltiples funcionarios —de diversos estados y del mismo partido gobernante— son señalados, en distintos momentos, por autoridades extranjeras como EE.UU., ya no se trata de un evento aislado, ni mucho menos de una mera “guerra sucia”, como responde el gobierno federal. Lo que estamos viendo es una secuencia, una narrativa en desarrollo, y sobre todo, una señal de alerta geopolítica.



No es lo mismo una acusación política, que una investigación internacional iniciada desde agencias con peso como la DEA, el FBI o el Departamento del Tesoro.


Hay cuatro hipótesis estratégicas que deben considerarse:


1.- Estrategia de presión diplomática de EE.UU.




2.- Complicidad e impunidad como norma interna






  • La respuesta del gobierno mexicano (minimizar, silenciar o atacar al mensajero) refleja una cultura de protección interna. Hay más preocupación por controlar la narrativa que por aclarar los hechos.






3.- La constante aprobación de leyes regresivas (como castigar insultos en redes o debilitar a organismos autónomos) no busca proteger al ciudadano, sino blindar al poder frente a futuros escándalos o señalamientos judiciales.



4.- Fragmentación del sistema y disputa por el control




  • Las acusaciones reiteradas pueden ser parte también de una lucha interna de facciones, tanto dentro de Morena como entre estructuras criminales y políticas. Recordemos: cuando el crimen se infiltra al Estado, también se crean guerras de control interno.






Lo que podría estar pasando no es una simple "coincidencia" de acusaciones, sino la evidencia de un sistema político vulnerado desde dentro, y observado desde fuera. Mientras tanto, el gobierno mexicano apuesta por mantener el control narrativo, sin notar que el terreno bajo sus pies no solo está minado, sino que  ya está fragmentando.