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Foto: Agencias .
*No hay sentencia. No hay pruebas públicas. Pero sí hay una advertencia: el caso no está cerrado y los reflectores internacionales están encendidos
Agencias . | Ciudad de México | 17 Jun 2025
El señalamiento no proviene de una hipótesis cualquiera, sino de una figura reconocida por su trayectoria seria y su historial de investigaciones que han cimbrado a gobiernos tanto del pasado como el presente. No hay sentencia. No hay pruebas públicas. Pero sí hay una advertencia: el caso no está cerrado y los reflectores internacionales están encendidos. La gravedad del asunto no está solo en lo que se dice, sino en el silencio. ¿Es posible que un personaje tan cercano a la cúpula presidencial, esté siendo monitoreado por autoridades extranjeras sin que el gobierno de México tenga algo que decir? Este caso se suma a una narrativa que ya se venía construyendo con piezas inquietantes: alertas rojas de EE.UU., presuntos vínculos con el narco, y cada vez más frecuente conexión entre poder político y crimen organizado. Pero quizá lo más preocupante no sea la investigación misma, sino la normalización del escándalo. La opinión pública parece haberse acostumbrado a vivir con la sospecha como parte del paisaje. Nos están enseñando a ver la corrupción como ruido de fondo. Hoy no es momento de juicios mediáticos ni de linchamientos anticipados. Pero sí es momento de exigir respuestas. Cuando la opacidad sustituye al diálogo, y el silencio sustituye a la rendición de cuenta, desaparece la calidad moral. No se trata de una guerra de partidos, sino de una urgencia nacional. Hay que recordar que, en comunicación política, el silencio también es una respuesta. Cuando múltiples funcionarios —de diversos estados y del mismo partido gobernante— son señalados, en distintos momentos, por autoridades extranjeras como EE.UU., ya no se trata de un evento aislado, ni mucho menos de una mera “guerra sucia”, como responde el gobierno federal. Lo que estamos viendo es una secuencia, una narrativa en desarrollo, y sobre todo, una señal de alerta geopolítica. Hay cuatro hipótesis estratégicas que deben considerarse: 1.- Estrategia de presión diplomática de EE.UU. 2.- Complicidad e impunidad como norma interna La respuesta del gobierno mexicano (minimizar, silenciar o atacar al mensajero) refleja una cultura de protección interna. Hay más preocupación por controlar la narrativa que por aclarar los hechos. 3.- La constante aprobación de leyes regresivas (como castigar insultos en redes o debilitar a organismos autónomos) no busca proteger al ciudadano, sino blindar al poder frente a futuros escándalos o señalamientos judiciales. Las acusaciones reiteradas pueden ser parte también de una lucha interna de facciones, tanto dentro de Morena como entre estructuras criminales y políticas. Recordemos: cuando el crimen se infiltra al Estado, también se crean guerras de control interno. Lo que podría estar pasando no es una simple "coincidencia" de acusaciones, sino la evidencia de un sistema político vulnerado desde dentro, y observado desde fuera. Mientras tanto, el gobierno mexicano apuesta por mantener el control narrativo, sin notar que el terreno bajo sus pies no solo está minado, sino que ya está fragmentando.
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