25 de Noviembre de 2024
Cultural

Italo Calvino reinventó la realidad hasta la muerte: Juan Villoro


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*El miembro de El Colegio Nacional, Juan Villoro, inauguró el ciclo dedicado al escritor italiano en el centenario de su nacimiento 

| | 04 Oct 2023

Para Italo Calvino narrar la realidad no servía de nada si no agregaba algo: “Agregarle algo a la realidad es parte de la literatura que propone Calvino, para ello, tenía que sustraerse de la realidad, establecer cierta distancia”, afirmó el periodista y narrador Juan Villoro, miembro de El Colegio Nacional, al inaugurar el ciclo El mapa de la lluvia. Italo Calvino en su centenario


En el Aula Mayor de El Colegio Nacional, Villoro dictó la conferencia “Gramática de la fantasía: del neorrealismo a la ciencia ficción”, donde repasó detalladamente la obra del periodista y escritor italiano, nacido el 15 de octubre de 1923. 


Calvino, dijo el colegiado, puso en juego la imaginación para “desestabilizar la realidad”, incluso, “en su época más cercana a los sucesos concretos, en la época de La nube de smog (1958) o de La hormiga argentina (1952). Él tenía este aspecto de fabulador: agregarle algo a la realidad es parte de la literatura que propone”. 


Antes de adentrarse en la vasta bibliografía del autor italiano, Villoro afirmó que se trata de uno de los escritores “más importantes de nuestro tiempo, Italo Calvino es un autor de enorme versatilidad, que tiene una de las obras más variadas y fecundas de la literatura y sería imposible en unas cuantas sesiones abarcar toda su ejecutoria”. 


“Todo autor, por grande que sea, pasa por distintas épocas de aceptación del gran público, a veces es más leído, a veces es menos leído, pero en el caso de Calvino, al menos por lo que podemos ver de los libros que están a disposición de los lectores, es un autor que sigue presente, aunque quizá no se discute tanto, como en otro tiempo su literatura”, señaló. 


Villoro comenzó entonces el pormenorizado relato sobre el trabajo literario del italiano: “Él nació en 1923 y por eso estamos en su centenario, en Santiago de Las Vegas, en Cuba, de hecho, su nombre de pila, Italo, es un nombre que sus padres le pusieron porque tenían nostalgia de la patria distante, sus padres eran botánicos, el padre era agrónomo, pero también se dedicaba a la botánica, ambos trabajaban en la estación de floricultura experimental de Santiago de Las Vegas”. 


Después de varios años fuera de su país natal, decidieron llamar Italo a su hijo. Ese primer momento, dijo Villoro, sería determinante: “Crecer con padres que se dedican a la botánica, creo que fue uno de los hechos definitivos en la vida de Calvino, porque ellos se dedicaban a clasificar, a ordenar, a entender el mundo natural, el mundo de los vegetales. No es lo mismo crecer en una familia donde la gente se dedica a cultivar el campo, o a una familia de excursionistas, o de cazadores, son formas distintas de acercarse a la naturaleza”. 


En el caso de Calvino, “la aproximación a la naturaleza era para catalogar, para descifrar, para experimentar, era una aproximación científica. Entonces el libro de la naturaleza que tanto le interesó a Italo Calvino en el caso de los vegetales, en el caso de la botánica, era descifrado por sus padres. Mario Calvino, tío de Italo, fue un célebre químico y el único ‘hermano’ que tuvo Calvino. Él fue un muy importante geólogo que dio clases en la Universidad de Génova”. En su entorno, todos eran científicos. 


Es muy interesante “ver en la trayectoria de los escritores cómo una forma de la sabiduría se trasvasa en otra aparentemente muy distinta, pero que la influye y la determina. En el caso de Calvino, el hecho de estar rodeado del estímulo de quienes se dedicaban a estudiar las plantas, le dio esta manera tan especial de relacionarse con el mundo de lo natural, que nunca fue de una manera, digámoslo así, silvestre, sino que, por el contrario, entendió la naturaleza como una suerte de enciclopedia”. 


A diferencia de Jorge Luis Borges, para quien la relación con el padre fue a través de los libros, Calvino y su padre se relacionaron a través de las plantas, “pero de las plantas, digamos, no en estado natural, sino de las plantas entendidas, razonadas, catalogadas y esto se ve en su escritura”. 


Interesado por el dibujo, Calvino “no estaba muy seguro de poder pasar de esta educación que había tenido rodeado de científicos, una educación poco literaria, a pasar de inmediato a la escritura”. En una familia donde los padres eran agnósticos, librepensadores y no practicaban ninguna religión; más aún, el padre era masón y con ideas anarquista y socialistas, Calvino tuvo una educación laica que habría de reflejarse en toda su obra. 


De El sendero de los nidos de araña (1947) a El vizconde demediado (1952) y El Barón rampante (1957), los títulos de Calvino fueron recordados por el colegiado. También habló de El caballero inexistente (1959), La especulación inmobiliaria (1963), La jornada de un escrutador (1963), Las ciudades invisibles (1972), Si una noche de invierno un viajero (1979) y Palomar (1983), así como de su faceta como cuentista y ensayista, a través de sus ya clásicas Seis propuestas para el próximo milenio (1985), que preparaba antes de morir. 


Nunca dejó de divertirse 


Italo Calvino, recordó Juan Villoro, “murió en la ciudad de Siena, Italia, mientras preparaba las conferencias para Harvard que serían publicadas como Seis propuestas para el próximo milenio, ahí, una y otra vez recordaba el mundo de lo vegetal”. 


“Calvino, mientras escribía las lecciones, sufrió un derrame cerebral, fue internado en un hospital en Siena y ahí recuperó el sentido y las últimas cosas que se le conocen fueron preguntas y respuestas, no sobre los temas originales que trataron sus padres y que él oyó de niño, relacionados con la naturaleza, sino con las personas”. 


“Él no dejó de divertirse ni de reinventar la realidad a pesar de que se encontraba muy enfermo. La gran escritora italiana, que fue una de sus amigas más cercanas, Natalia Ginzburg, que colaboró con él también en los tiempos de Turín, en la editorial Einaudi, lo visitó en el hospital y dejó el siguiente testimonio: ‘fui a ver a Calvino y me pareció que estaba muy bien porque, si bien había pasado por una operación del cerebro, estaba viendo el mundo como siempre lo había visto’, y entonces cuando llegó Natalia Ginzburg le dijo: ‘parezco un candelabro’. Él se definía como un candelabro”. 


Villoro recordó que “estaba muy preocupada la gente, como suele pasar con los seres queridos cuando alguien ha sufrido un derrame cerebral, en saber si conservaba el sentido o no lo conservaba, entonces, en un momento dado, llegó la hija de Calvino y le preguntó: ‘¿sabes quién soy?’ Y Calvino le contestó: ‘una tortuga’, y luego entró el médico y le dijo: ¿sabe usted quién soy?, y Calvino contestó: ‘un comisario de policía’. Estaba jugando, estaba reinventando la realidad en su último momento”. 


Muy poco después, Calvino falleció. “Y fue justamente el 19 de septiembre de 1985, el día del terremoto en la Ciudad de México. Este escritor que estuvo tan vinculado con nuestro país, como veremos en la última charla, murió en ese día tan significativo para los mexicanos”. 


A pesar de su ausencia, dijo el colegiado, “podemos celebrar una obra variadísima, una obra extraordinariamente rica y una pulsión, una obsesión, una determinación continua para transformar creativamente la realidad y para pensar, hasta el último momento, que una chica puede ser una tortuga y un médico, un comisario de policía”. 


Después de la sesión panorámica que abrió el ciclo, este continuará con dos sesiones más: el 24 de octubre con la participación de Massimo Rizzante, en una conferencia que será comentada por el mismo Villoro y por el también colegiado Christhopher Domínguez Michael, y el 31 de octubre cuando ofrecerá otra conferencia, esta vez sobre la relación de Calvino con México. 


Mientras tanto, la conferencia “Gramática de la fantasía: del neorrealismo a la ciencia ficción”, impartida por el escritor mexicano, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx 


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