23 de Septiembre de 2024
Finanzas

El “México” de los gobernadores

Por eso la disparidad entre estados. Unos, compiten con las economías avanzadas por los capitales; y otros, siguen actuando como “economías bananeras”.
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*Como se ve, tenemos en México estados que caminan a ritmos muy distintos no sólo por los ciclos que imponen sus principales actividades económicas, sino también por el grado de eficacia en la planeación y ejecución de las políticas de desarrollo que implementan (o no) sus gobiernos

Agencias . | Ciudad de México | 31 Ene 2013

Desde hace ya un buen tiempo que a la economía mexicana no se le puede ver como a una sola pieza. En todo caso la marcha de la economía nacional es un gran promedio de economías estatales y regionales que caminan a pasos muy dispares.

Le doy algunos datos que ayer publicó INEGI para ilustrar esta realidad. Si bien la economía nacional en su conjunto creció a una tasa anual de 4.2% entre enero y septiembre del año pasado, el estado de Puebla creció a un ritmo muy superior al nacional: lo hizo a 7.6%. Y cerca de ese alto ritmo de crecimiento estuvieron los estados de San Luis Potosí (+6.5%) y Querétaro (+6.3%).

En el otro extremo se encuentra el estado de Campeche cuya tasa de crecimiento económico anual cayó 1.6% durante el periodo que hemos señalado, mientras que estados como Guerrero (+0.9%), Durango (+1.9%) y Colima (+2.1%) han crecido a tasas raquíticas comparadas con el gran promedio nacional.

Como se ve, tenemos en México estados que caminan a ritmos muy distintos no sólo por los ciclos que imponen sus principales actividades económicas, sino también por el grado de eficacia en la planeación y ejecución de las políticas de desarrollo que implementan (o no) sus gobiernos.

Y en esos resultados económicos se tiene que considerar a un amplio abanico de políticas públicas que van desde las educativas, de capacitación, y de ciencia y tecnología aplicadas a una mayor productividad de la economía, hasta políticas tributarias y de seguridad para la inversión.

No es sorpresivo que estados como Querétaro o Aguascalientes registren altas tasas de crecimiento, similares a las economías latinoamericanas más dinámicas, dado que desde hace ya varios años se convirtieron en referentes nacionales por la consistencia de sus gobiernos con una visión de inversión para el largo plazo.

No es el caso de algunos otros gobiernos locales cuyos mandatarios han privilegiado la estridencia político-electoral de corto plazo, por sobre la disciplina de gobierno que impone el desarrollo.

Allí están como muestra los resultados de manejos irresponsables de las finanzas públicas que se expresan en el escalofriante crecimiento de sus deudas y, lo que es peor, que son recursos prestados que financiaron -en muchos casos- proyectos mal planeados con escasas o nulas rentabilidades esperadas.

Es cierto lo que dijeron hace unos días Agustín Carstens y Luis Videgaray, respecto de que estos endeudamientos locales no implican riesgos sistémicos. No por ahora. Sólo representan 3.5% del PIB.

Y si bien el problema que salta a la vista es la velocidad con la que se han endeudado los estados y municipios -hace cuatro años esta deuda era sólo la mitad- en el fondo, el problema mayor radica en lo que muestran las cifras de INEGI sobre el crecimiento económico.

Y es que una buena cantidad de políticos y gobernadores estatales, siguen gobernando como lo hacían en el pasado: para el corto plazo, sin controles ni transparencia, sin planes de desarrollo serios para el largo plazo, estirando la mano y golpeando la mesa del Congreso para que sea la Federación la que provea los recursos.

Por eso la disparidad entre estados. Unos, compiten con las economías avanzadas por los capitales; y otros, siguen actuando como “economías bananeras”.