Prensa chayotera del Edomex

*La inmoralidad galopante de los medios en dicha entidad *Presumen que regresará Alejandra del Moral para dirigir al PRI estatal, tras su desastrosa participación electoral del domingo 4 de junio *El chayo o embute, primicia de la prensa corrupta que no se da por vencida…

Blas A. Buendía . | | 25 Jul 2023

Las críticas que ha emprendido el presidente Andrés Manuel López Obrador en torno a que México posee una “prensa vendida”, una “prensa chayoteada” o una “prensa entreguista”, se mostró en la reciente elección del Estado de México donde la morenista Delfina Gómez fue convertida como gobernadora electa del Estado de México, tras negociaciones sucias entre la Presidencia de la República y los partidos políticos en contienda.

Aquellos ociosos, si bien en dicha entidad sobran los seudoperiodistas, andan como lobos de caza, para ver de dónde consiguen dinero sucio que deja la esfera del poder político, y que en muchas de las veces, lo obtienen por las prerrogativas que se convierten en auténticas migajas.

El Estado de México siempre ha gozado de un desprestigio desde la época dorada priista, entre los sexenios de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, cuando la práctica del “chayote” comenzó a institucionalizarse, dado que llevaba ya tiempo fluyendo entre algunas tintas de la prensa corrompida.

Pasquines del Edomex, fuera de todo ángulo ético, se aventaron la “volada” en que diversos actores del PRI mexiquense, estimaron que la excandidata a la gubernatura Alejandra del Moral, ¡regresará a dirigir el PRI!

Lo más ruin de esa prensa de ínfima categoría, se trasluce en la ingrata imaginación de los chayoteros, porque abonan a entrar en el juego del cinismo cuando Alejandra del Moral “detendrá el estrepitoso derrumbe del tricolor”, cuando la propia fémina exhibió su evidente interlocución como una bárbara corrupta, careciendo de todo escrúpulo y pundonor.

Presumen que los “estatutos” del Revolucionario Institucional del Estado de México, la señora Del Moral, podría volver a ser la presidenta del Comité Directivo del tricolor en el Estado de México.

Careciendo de todo ejercicio ético y sin mostrar la decencia que debería ofrecer la prensa de esa entidad, que incurre diariamente en la deshonestidad, también refiere que “especialistas en análisis político” (¿¡…!?), establecen que en la campaña política, Ale del Moral logró “consolidarse” como la principal figura del priismo mexiquense, todo esto, pese a la derrota por más de medio millón de votos frente a la hoy gobernadora electa, Delfina Gómez.

Lo cierto es que de continuar como dirigente estatal del PRI, Eric Sevilla u otro político de bajo perfil como él, la salida de cuadros del tricolor se multiplicará, y podría bajar de un millón 800 mil votos conseguidos en las elecciones del pasado 4 de junio, a menos de un millón de sufragios en las votaciones concurrentes del 2024. Otro que tiene gran culpa es Gustavo Cárdenas Monroy, a quien se le considera todo un corruptazo político del PRI

La historia del chayo

Para el periodista Marco A. Villa, en una entrega que denominó “Relatos e historias”, en la búsqueda de las raíces del chayote, invariablemente nos encontramos de frente con Carlos Denegri (1910-1970), “el mejor reportero de su tiempo, el peor periodista de la historia”, a decir del escritor Enrique Serna, autor de la novela biográfica “El vendedor de silencio".

Era aún la época dorada priista, entre los sexenios de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, cuando la práctica del “chayote” comenzó a institucionalizarse, dado que llevaba ya tiempo fluyendo entre algunas tintas de la prensa corrompida.

Fuera “chayotito” cuando era poco (…) o (…) “doña Rosario” cuando era una cantidad mayor; el chayo o chayote era —o es, mejor dicho— la compensación generalmente económica que un periodista recibe de algún político, empresario u otro personaje con poder. El chayo es socorrido por los pintarrayas porque sus medios no les pagan salarios dignos al grado que los dueños y editores, en  amplia connivencia, confabulación o contubernio, se enriquecen a manos llenas a través de las caravanas que festejan a los políticos renombrados del momento.  

¿Las razones?, son multifacéticas porque favorecen a un agente político de abolengo a quien le gusta del alago personalizado; o en el peor de los casos, la prensa extorsionadora, la que amaga con denunciar alguna movida chueca (adulterio, delito…) o sacar de la jugada a un candidato con serias posibilidades electorales y capaz de hacer sombra a su contraparte del partido en el poder, por mencionar las más comunes.

Sobre el origen del término, la versión más extendida involucra a Julio Scherer García —el legendario director de Excélsior y apodado el Mirlo Blanco por mantener sin manchas su plumaje al no aceptar dinero de políticos—, quien a su vez encargó a Elías Chávez, reportero de Proceso, escribir sobre esta práctica que incluiría en su libro “Los presidentes”.

El periodista Elías Chávez cuenta: “Mientras el entonces presidente de la República pronunciaba un día de 1966 el discurso inaugural de un sistema de riego en el estado de Tlaxcala, entre los reporteros corría la voz: ¿ves aquel chayote? Están echándole agua. Ve allá…”

Resultaba que, atrás de la planta, un representante de presidencia repartía el soborno. Desde entonces, su entrega se convirtió en un secreto a voces, con reporteros que representaban un cúmulo cada vez mayor, al grado que hacía enormes filas para pasar por el empute en habitaciones de hoteles de gran turismo.

¿Quién fue el padre del chayo?

En la búsqueda de las raíces del chayote, invariablemente nos encontramos de frente con Carlos Denegri (1910-1970), “el mejor reportero de su tiempo, el peor periodista de la historia”, a decir del escritor Enrique Serna, autor de la novela biográfica “El vendedor de silencio”.

Este personaje destacó por su preparación académica e importantes contactos: hablaba alemán, francés e inglés y se defendía en portugués e italiano; colaboró en Time, Life y otras publicaciones extranjeras que lo buscaban cuando necesitaban corroborar datos o informar sobre México.

Contaba con una extensa red de contactos nacionales e internacionales que participaban tanto en sus reportajes como en sus corruptelas. Era hábil para obtener información, diestro en el arte de las relaciones públicas y sobre todo en la obtención de exclusivas, entre otras cualidades que puso al servicio de sus embutes.

Carlos Denegri fue hijastro de Ramón Pérez Denegri, político prominente que formara parte de los gabinetes presidenciales de Álvaro Obregón y Emilio Portes Gil. Con los años, sacó maliciosamente provecho de su trabajo, a la sombra y resguardo de un régimen que tenía la costumbre de seducir a los periodistas destacados y mantener un férreo control sobre la prensa.

Piquete de ojos al presidente

Algo parecido se registró en estos tiempos contemporáneos en el régimen del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien le metieron un autogol sensacional y un jonrón con casa llena, que pese a ser un político marrullero y chacal, el hijo de Julio Scherer García, del mismo nombre, cuán mecánico avezado en materia de Derecho, Ibarra abusó de su poderío durante tres años como Consejero Jurídico de la Presidencia de la República.

Antes de finalizar el tercer año de su gobierno, López Obrador apartó de su equipo a Julio Scherer Ibarra, quien fue uno de sus hombres de mayor confianza, e hijo de uno de los periodistas de mayor reputación en la historia reciente de México.

Nunca se explicaron los verdaderos motivos de esta salida, supuestamente amistosa, y este hecho tampoco tuvo la relevancia que merecía, pese a que se iba quien, quizás, era el segundo hombre más poderoso del país.

En el libro Traición en Palacio de Hernán Gómez Bruera, es, por un lado, la historia del ex consejero jurídico que aprovechó su posición privilegiada en el gobierno para controlar buena parte del sistema de justicia en México, y desde ahí promover una presunta red de negocios judiciales. Y por el otro, una denuncia de los mecanismos de corrupción en el poder judicial con los que se sostienen privilegios y se vende impunidad; una detallada descripción de un modus operandi que la 4T (Cuarta Transformación) no ha logrado erradicar.

Es decir, olímpicamente Julio Scherer Ibarra “le picó los ojos y se llevó al baile” al propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien debido a su completa ignorancia de conocer los recovecos del estado en materia de Derecho Constitucional, fue históricamente chamaqueado por el “tigrito” de Don Julio. Ciertamente, también traicionó el legado de su padre, Julio Scherer García, un viejo amigo de López Obrador, por quien logró acercarse al presidente Obrador hasta que éste descubrió las triquiñuelas de ser una víctima fortuita.

Carlos Denegri

La danza de millones de pesos y dólares entre los editores de los medios de comunicación de México, ha prevalecido desde varios sexenios, que en el vaivén del tiempo, quienes son auténticos periodistas más los pocos contados del Estado de México, se han revolcado en una guerra fratricida de “comerse al más vivo” entre los mismos tecleadores.

Carlos Denegri, abundando en el tema, tocó la cima de la fama con su serie de entregas reporteriles en las que informó desde Londres varios momentos de la Segunda Guerra Mundial. Era 1942 cuando cruzó el Atlántico para cumplir su misión.

Reunidos después en el libro “Luces rojas sobre el Canal”, los textos eran enviados por teletipo (télex) a la redacción de Excélsior y publicados a cinco columnas en la primera plana.

Línea a línea, cautivaba a los lectores por la emoción y el suspenso que imprimía a sus entregas. En ellos se pintaba como un gran “ligador”: lo mismo una aristócrata inglesa que una sudamericana o la recepcionista de un hotel.

Pero quizá el clímax llegó cuando dejó de enviar notas durante varios días, luego de informar que las embarcaciones nazis estaban torpedeando a los Aliados. La gente pensó que había muerto.

Otro golpe de talento que se tradujo en temprano éxito mediático lo dio en 1945, cuando escribió: “Hoy, los Estados Unidos detonaron en Hiroshima y Nagasaki la primera bomba atómica en la historia de la humanidad”, y a continuación reprodujo el Padre Nuestro completito.

Se convirtió en una celebridad… y también empezó a encumbrarse como el periodista más poderoso, impune y rico gracias al chayote, mismo que obtuvo de la élite política y empresarial durante cerca de veinte años.

El mismo gabinete presidencial asistía a sus cumpleaños. Destaca un hecho que refleja su proclividad a esta práctica: la plana que compraba a Excélsior por cincuenta mil pesos para después vender las menciones a políticos, ya fueran a favor o en contra; en este último caso, pagado por un tercero.

Vino después su columna “El fichero político”, en donde aquellos que no eran favorecidos pasaban “una temporada en el infierno”, como escribiera Carlos Monsiváis. Pionero de la televisión, transmitió por décadas un programa que cerraba invitando a los televidentes a encontrarse en la próxima emisión, seguida de la frase “Dios mediante”. Porque además era creyente. El mismo Scherer contó que Denegri “alguna vez entrevistó a Dios”. Denegri terminó su vida al ser asesinado por su propia mujer, Linda, a quien maltrataba cuando andaba alcoholizado.

Se ha dicho que los tiempos cambian y que el chayote ya se ha “secado” y desaparecido. ¿Será?

Para muchos se duda, es el claro ejemplo que el chayo también se une entre la maraña esférica del poder político, solo que en esta faceta, el famoso embute es repartido entre quienes tienen Clabe en sus cuentas bancarias para evitar toda suspicacia o el qué dirán de esos políticos versus reporteros, que se presentan en los actos políticos por su “sobre”, entrelazándose la ironía: “’Sobre chico’, nota de relleno; ‘Sobre grande’, nota de ocho columnas”.

Indisputablemente, en su Manual para el nuevo periodismo, Raymundo Riva Palacio sentencia que el chayote es "la forma más baja de corrupción y la violación más primitiva de la ética profesional”.

Reportero Free Lance *

Premio México de Periodismo Ricardo Flores Magón-2021

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