26 de Abril de 2024
PLana Mayor
Por: Gaudencio García Rivera

El infierno de los 300

23 Abr 2017 / *La gloria, el gran gobernante cleptócrata con síndrome de Hybris quedó en el pasad

“Liberate Te Ex Inferis”. Líbrate del infierno



Fuera de los altos círculos de Los Pinos hay un océano de conjeturas e hipótesis aviesas por la lentitud de la PGR y de la Secretaría de Hacienda por la captura del mofletudo exgobernador Javier Duarte. El tortuguismo, relajamiento y simulación son sinónimo de complicidad y corrupción.

Surcando el camino de las teorías, que es una de las coyunturas que deja el gobierno peñista —pues la PGR no ha dado la versión oficial porque se tardó tanto en localizar el paradero de Duarte—, hay una aproximación de una de las tesis del porqué de pronto, al estilo del escapista Harry Houdini, se vino en cascada las detenciones de los exgóbers de Tamaulipas, Tomás Yarrington Ruvalcaba, y Javier Duarte, de Veracruz.

La sociedad civil y los ciudadanos de a pie han conocido verdades a medias de la PGR y de la Secretaría de Relaciones Exteriores de los detalles de cómo fueron las aprehensiones de los dos exgobernadores del centro y norte del país, pero hasta ahora no hay un versión oficial uniforme que coincida con la detención de Javier Duarte en Guatemala.

¿Quién o quiénes dieron la orden para que el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) se relajara, estropeara la tecnología que daba seguimiento a las actividades de los exmandatarios semanas antes de que se libraran las órdenes de aprehensión? No hay ingenuidad que valga o se justifique, porque el hilo conductor es muy simple. El Cisen depende de la Secretaría de Gobernación, donde despacha el hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, y éste depende del huésped de Los Pinos.

Ante la imposibilidad de conocer la versión oficial inmediata de la PGR y de la Secretaría de Gobernación —hay que hacer una tramitología ante el INAI—, el jefe la política interior del país, para conocer por qué hasta ahora consumaron la localización y captura de ambos exgobernadores; Yarrington en Italia y Duarte en Guatemala.

A todas luces tiene tintes electoreros de cara a las elecciones del 4 de junio, donde se renovarán tres gubernaturas y 212 alcaldías en Veracruz. Es la antesala de la corona mayor para el PRI y la oposición, la disputa de la presidencia de la República, que a estas alturas se percibe difícil que la retenga en 2018.

¿Y por qué con estigma electorero? El imaginario colectivo nacional y los poderes fácticos ilegales y públicos, saben que la popularidad del presidente Peña Nieto tiene rato que va en picada, el “gasolinazo”, la inseguridad y la corrupción de los exgobernadores lo están llevando al abismo, no ha podido remontar, y está urgido de un entramado espectacular para que el PRI, su partido, no sufra otro descalabro humillante como el del 5 de junio de 2016.

La sociedad civil no es ingenua. La captura de Duarte en Guatemala —el 15 de abril—, el otrora ejemplo presidencial de la nueva generación de priistas, fue obra de un pacto con Los Pinos, con determinadas canonjías visibles e invisibles como el libre tránsito de su cónyuge Karime Macías a Londres, Inglaterra —el 19 de abril—, el principal cerebro del saqueo público y creación de empresas fantasma. Esa es la percepción y suspicacia pública que rodea el caso.

Por desgracia para el buen apetito de Javier Duarte, quien antes de decidir la candidatura de Héctor Yunes Landa como su sucesor —producto de un parto difícil que salió con fórceps— describía a un grupo de periodistas afines su cercanía estrecha con el presidente Peña para resolver el juego sucesorio, en su cautiverio tendrá que conformarse con el menú de alimentos que sirven en el penal militar de Matamoros, Guatemala: raciones de arroz, frijoles, huevos, crema, quesos, una pequeña porción de carne y no hay postre.

Agua fría para ducharse porque la prisión carece de calentadores. Duerme en su plancha de concreto y su conchoneta. Los caviares italianos, sus botellas de vinos finos añejados con valor de 100 mil pesos que consumía en forma recurrente, se esfumaron de su exquisito glamur, desde el día de su captura —15 de abril— como lo hizo con los dineros públicos de su gobierno, del 1 de diciembre de 2010 al 12 de octubre de 2016.

La gloria, el gran gobernante cleptócrata con síndrome de Hybris quedó en el pasado. Hoy apenas empieza a vivir el infierno que labró y sus 300 integrantes de su cofradía que desviaron los dineros públicos hasta obtener el quiebre de las arcas del erario público estatal.

El bienio yunista se ha curado en salud por las falsas expectativas que creó con su retórica populista —está por cumplir 5 meses de los 24 de su gestión— y su encono con sus adversarios, por medio de uno de sus brazos inquisidores, la Fiscalía General, intenta sentar en el banquillo de los acusados a los 300 integrantes del régimen estatal del Duartegate.

A sabiendas que tiene el reloj político en contra y ante los albazos para ungirse en la cúpula nacional de PAN como uno de los aspirantes sólidos a la candidatura presidencial, junto con Margarita Zavala, el titular del Poder Ejecutivo presiona para que la fiscalía acelere la caída de los 300 duartistas para capitalizarlos en su avaricia sucesoria presidencial panista.

Por ello el modosito fiscal Jorge Winckler Ortiz, ha enviado mensajes subliminales a colegios, barras, asociaciones y federaciones de abogados del estado, donde advierte que aquellos abogados que defiendan a los exfuncionarios del gobierno priista pasado, podrían ser perseguidos y sujetos a sanciones penales por ser “la defensa de exservidores públicos corruptos”.

El infierno de los 300 miembros de la cofradía duartista, que ya están viviendo, tendrán que buscar el amparo de la justicia federal, porque el encono, revanchismo, desdoro y lucha sórdida del gobernante en turno los quiere en cautiverio del penal de Pacho Viejo. Los abogados no le han dado la sacudida conforme a derecho al Poder Ejecutivo con tintes autócratas. ¿Quién doblegara a quién?

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