Otra literatura bélica es posible

*Hay otras maneras de contar la guerra

| | 22 Jul 2023

La literatura bélica sigue dando guerra.

En 2025 se cumplirán 80 años desde el final de la contienda, pero el interés literario por el conflicto más devastador en la historia de la humanidad (de momento, no seamos demasiado optimistas) no va en descenso.

El mundo editorial le sigue dedicando centenares de volúmenes al año, muchas veces centrados en los mismos episodios históricos: la insidiosa persecución de los judíos alemanes, la victoria de los aliados, batallas como las de Dunkerque o Normandía, que agradan especialmente al lector anglosajón.

Pero hay otras maneras de contar la guerra.

La última tendencia pasa por escoger momentos y personajes menos conocidos, en usar enfoques distintos a los habituales para hablar de los capítulos más conocidos, en preferir relatos a escala humana, tal vez en paralelo al auge de la historia social en el mundo académico.

El mejor ejemplo de este fenómeno son autores como Robert Harris (del que seguimos esperando la traducción al castellano de V2, su novela sobre el arma de represalia nazi) o Iain McGregor, historiador escocés que acaba de publicar El faro de Stalingrado (Ático de los Libros).

En su ensayo, el autor regresa al infierno de la mayor batalla de la Segunda Guerra Mundial, pero lo hace para “encontrar nuevos datos y, sobre todo, historias con interés humano”, como señala el autor.

El mejor ejemplo es su relato del combate por la Casa de Pávlov, defendida con uñas y dientes por guardias de distintos pueblos soviéticos.

Otros autores prefieren centrarse en la campaña de Sicilia, el bombardeo de Tokio y el de Okinawa, la defensa de Malta ante los stukas o los últimos ocho días del régimen contadas a través de la hermana filonazi de Marlene Dietrich.