22 de Septiembre de 2024
Finanzas

La Gran Encuesta


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*En realidad, con la revolución energética de los recursos “shale”, la gran transformación estructural del mundo podría estar sucediendo ante nuestros ojos

Agencias . | Ciudad de México | 08 Jun 2014

1- La Gran Encuesta de Mitofsky
Consulta Mitofsky publicó su reporte del Sexto Trimestre correspondiente a la gestión del Presidente Enrique Peña Nieto, cuyo balance para la imagen y el desempeño presidencial plantea diversas interrogantes para el futuro inmediato, cuando podría estar a prueba el sentido de los cambios recientes que están aconteciendo en el país.

En el comparativo que hace para la evaluación de periodos similares con los últimos cuatro mandatarios, la proporción de aprobación del Presidente Peña (la ubica en 49% frente a 50% de desacuerdo) está sólo por encima de la que tuvo Ernesto Zedillo prácticamente en el pico de la gran crisis derivada del llamado “error de diciembre” de 1994 (34% de acuerdo, frente a 63% de desacuerdo).

Al respecto, en 1990 el presidente Carlos Salinas de Gortari tenía 75% de acuerdo frente a 16% de desacuerdo; Vicente Fox, 63% de acuerdo ante 30% de desacuerdo en 2002; y Felipe Calderón, 61% de acuerdo frente al 37% de desacuerdo en similar periodo de 2008.

Lo relevante, se desprende de la Gran Encuesta, es que el gobierno está pagando un alto precio por un bajo desempeño en cuanto a resultados tangibles en el primer tercio de la administración, con una alta apuesta para la aprobación de las reformas estructurales. El Presidente Peña, dice Mitofsky, mantiene su aprobación debajo del 50%, aunque logra incrementar un punto respecto al quinto trimestre, que ha sido el más bajo (48%).
La reforma educativa es para los ciudadanos lo más importantes que ha hecho el Presidente Peña por segundo año consecutivo, en tanto que el “combate a la seguridad” pasa al segundo lugar en las menciones del año. El incremento del prestigio internacional es el área mejor evaluada y el control de la inflación la peor.

En lo que se refiere a afección de los ciudadanos por los gobernantes, todos los niveles de gobierno muestran desplomes en su evaluación: los gobernadores bajan 10 puntos, el Presidente baja 8 y los presidentes municipales 5, manteniéndose como los peor evaluados.

Tanto la economía como la política y la seguridad, son considerados por 7 de cada 10 ciudadanos en una mala situación: de ellas, la peor es la economía y la mejor la seguridad. Crece la mención de que los impuestos son los que han empeorado las cosas.

Por regiones del país, los problemas detectados son distintos: la inseguridad es percibida como el principal problema en el noreste y centro del país; la crisis económica en el noroeste, occidente y sureste; el desempleo destaca en el occidente, pero en esa ocasión, los impuestos alcanzan menciones importantes en el noreste del país.

Empero, como notoria paradoja, pareciera que no hay mucho de qué preocuparse, pues en general, 8 de cada 10 mexicanos se declaran felices, sobresaliendo con mayores porcentajes las mujeres y los estratos económicos altos.



2- Malas noticias para las Afores: Banxico bajó la tasa interés a 3%
De repente, el Banco de México decidió reducir la tasa de interés interbancario, que sirve de referencia para fijar todas las demás tasas que se pagan a los ahorradores, del 3.5% al 3% anual.

Esta situación es particularmente devastadora para los ahorradores (incluidos los trabajadores y el rendimiento de los “ahorros para el retiro”), pues si bien se supone resulta en un estímulo a las actividades económicas, al menos teóricamente al aumentar el capital disponible para inversión, en realidad también merman el ahorro de los trabajadores en sus fondos de seguridad social, sean para el retiro, para seguridad social o cualquier otro uso similar.

En realidad, la reducción de la tasa de interés de referencia refleja el relativo pesimismo sobre el desempeño de la economía en este año; si ésta no crecerá arriba del 2.8% como finalmente reconoció la SHCP, entonces la decisión del Banxico estaría reflejando el dato.

El problema con la inflación, que también el Banxico estima que esta reducción draconiana de la tasa de interés llevará hacia el objetivo del 3%, es que no suele obedecer el diseño macroeconómico. Al menos la inflación que interesa al grueso de la población, que es la de alimentos y productos básicos, resulta ser del doble de la oficialmente reportada. Si se toma en cuenta que el grueso de la población suele erogar hasta el 60% de sus ingresos en estos satisfactores elementales, el incremento de precios golpea más que proporcionalmente el bolsillo de los consumidores con menor ingreso per cápita.

El otro efecto de la caída de la tasa de interés de referencia, debiera observarse en las tasas activas, aquellas que los bancos y financieras cobran a los usuarios del crédito. Es más que sabido que el diferencial entre las tasas pasivas y las activas suele superar entre 3 a 6 veces la de referencia. El crédito sigue siendo exiguo y caro en nuestro país, y la mayor proporción del ingreso de los intermediarios bancarios proviene del cobro de comisiones y financiamiento de la deuda gubernamental.

Para el sector empresarial, la medida podría incentivar la economía, sin embargo, aún sigue esperando que sea el gobierno federal el que aplique las medidas contracíclicas y le dé una mayor circulación al gasto público. El balance que realizan los analistas más conservadores, insiste en que la reforma fiscal y el mayor endeudamiento público, le han restado recursos disponibles al sector privado y a los consumidores, para beneficiar el gasto gubernamental, que de cualquier manera no está fluyendo, pues en México no existe un programa como el “tapering” en los Estados Unidos, que inyectó liquidez para la recuperación económica.

Son pues, malas noticias para los ahorradores, incluidos los fondos de ahorro de los trabajadores, y se presume, es una medida que podría reactivar la economía, en la medida en que el capital realmente acuda a financiar las actividades productivas, lo cual todavía está por verse. Por lo pronto, los inversionistas del sector privado siguen esperando que sea el gobierno federal el que dé los primeros


3. Dilación en las reformas
Inmersos en tácticas dilatorias, los dos principales partidos de oposición, el PRD y el PAN, parecen avanzar en el logro de su objetivo, que es estirar la liga y votar la reforma energética tan adelante como les sea posible, buscando maximizar los objetivos político-electorales que ya les dominan.

Para el PRD, el planteamiento trivial de posponer la discusión de los predictámenes en el Senado durante la realización del Mundial de Futbol en Brasil parecía haber sido contenido, hasta que en el PAN campeó la exigencia de armonizar primero las reformas electorales en los Estados, antes que asistir a la discusión y votación de la reforma energética.

Para cualquier analista, la exigencia panista (pareciera un “moche” al gobierno a cambio de la reforma energética) es un contrasentido en un sistema federal, en donde la injerencia formal del gobierno central nunca es bien recibida en los ámbitos locales. Empero, si ya logró lo más, quiere lo menos, es decir, si ya logró la creación de un INE injerencista en las soberanías estatales, ahora le parece normal a la dirigencia panista suponer que el gobierno del PRI de hoy es parecido al de antaño, cuando los gobiernos locales dependían de la voluntad presidencial.

Al coincidir ambas lógicas, la del PAN y la del PRD, el resultado neto es que el calendario posible en la ruta de las reformas pudiera correrse hasta después del 30 de junio, cuando el PAN hará la valoración de si el gobierno federal cumplió su exigencia, en tanto que para el PRD, simplemente le resultará bien la posposición, conforme a la profecía del senador Barbosa en el sentido de que los dictámenes estarán siendo abordados después de la conclusión del Mundial el 13 de julio próximo.

Cumpliendo la Ley de Murphy, en donde lo que puede suceder habrá de suceder, la postergación del análisis del paquete reglamentario de la reforma energética habría de posponerse para algún momento de julio, que al menos tiempo hay.
En lo que se refiere al paquete de Telecomunicaciones, según ha dicho el senador Emilio Gamboa, el dictamen estaría listo hacia finales de junio, esperando que las Comisiones Unidas estuvieran analizando y votando el dictamen en la semana del 16 al 20 de junio. El PAN no condiciona su participación en este paquete a la armonización constitucional electoral, por lo que considera viable que se apruebe primero esta reforma que la energética.

Entretanto, por cortesía del PAN y la aquiesencia del PRD, los legisladores podrán disfrutar tranquilamente del Mundial.




4. Bienvenidos a la Revolución (Energética)
Nuevamente, Foreign Affairs se ocupa del impacto que está causando en los Estados Unidos y en el mundo, la llamada Revolución Shale, que, en su opinión, habrá de redefinir el rostro del mundo prácticamente hacia el final de esta década, transformando buena parte de la geopolítica y devolviendo a esta Nación el poder y la influencia que otros suponían iría en declive.

Dice, el autor, Edward L. Morse en el número mayo/junio actualmente en circulación, que más allá de incrédulos y enemigos, la revolución shale en petróleo y gas llegó para quedarse. Más aún, en la segunda mitad de esta década habrá de expandirse globalmente más rápido de lo que la mayoría pensaba, lo que, en balance, será una buena noticia para el mundo (pero, dirá más adelante, una mala noticia para los países actualmente productores de petróleo altamente dependientes de estos ingresos).

El reciente auge de la producción norteamericana de gas natural y petróleo ha sido más que asombrosa. En los últimos tres años, los Estados Unidos han sido el productor mundial de hidrocarburos de más rápido crecimiento y no parece que se detendrá muy pronto. La producción de gas natural norteamericana ha crecido 25% desde 2010 y la única razón por la que temporalmente se detuvo es por el gran caudal de las inversiones que se requieren para facilitar el futuro crecimiento.

Habiendo ya alcanzado a Rusia como el más grande productor mundial de gas, para el final de la década, los Estados Unidos se convertirán en uno de los más grandes exportadores de gas, cambiando fundamentalmente los precios y los patrones de comercio en el mercado global de energía. Entretanto, la producción de petróleo ha crecido 60% desde 2008, pasando de tres millones de barriles al día a más de ocho millones de barriles al día.
Dentro de un par de años, excederá su propio viejo récord de casi diez millones de barriles al día, hasta que los Estados Unidos sobrepasen a Rusia y Arabia Saudita y se transforme en el más grande productor mundial de petróleo. Y la producción norteamericana de líquidos de gas natural, como propano y butano, habrá crecido un millón de barriles al día y deberá crecer otro millón pronto.

Hace una década, había un consenso de que la producción de los Estados Unidos (y desde luego, los países fuera de la OPEP) estaba en inexorable declive. Hoy, los más serios analistas confían en que en realidad la producción crecerá y seguirá creciendo. El crecimiento está ocurriendo, al mismo tiempo que el consumo petrolero de Estados Unidos está cayendo (más allá del pico de producción, debido a una combinación de ganancias de eficiencia, preocupaciones ambientales y sustitución por gas natural). Y, para redondear, el costo de encontrar y producir petróleo y gas de pizarra y lutitas está cayendo drásticamente y caerá aún más en los próximos años.

En consecuencia, la producción de gas de los Estados Unidos podría crecer 30% más hacia 2020, manteniéndose por décadas este nivel de producción. Y para el petróleo, dada la investigación y desarrollo ahora en proceso, es posible que la producción de Estados Unidos se eleve a 12 millones de barriles por día en no más de unos pocos años y se sostenga por un largo tiempo (sin considerar el potencial de las perforaciones en aguas profundas, que también está registrando un renacimiento en las inversiones).



5- Implicaciones contantes y sonantes
Prosigue el artículo de Edward L. Morse en Foreign Affairs: Estas tendencias significarán un importante impulso para la economía norteamericana. Los consumidores podrán ahorrar cerca de 30 billones de dólares en costos de electricidad hacia el 2020. Los costos de la gasolina caerán de un promedio de 5 al 3% de disposición real en el ingreso personal de los norteamericanos. El precio de la gasolina podría caer un 30%, incrementando el ingreso disponible anual en 750 dólares para cada consumidor automovilista. El petróleo y gas podrían añadir casi 2.8% al PIB norteamericano hacia 2020 y disparar el empleo con casi tres millones de empleos nuevos.

Más aún, la expansión del gas shale y el petróleo de pizarra tendrán profundas implicaciones geopolíticas. No hay duda de que la abundancia de estos nuevos y accesibles recursos están orillando a muchos gobiernos a acelerar el diseño y desarrollo comercial de los mismos.

Las motivaciones nacionales son diversas pero claras.
Para Arabia Saudita, que está desarrollando ya su primer planta energética usando su propio shale gas, la explotación de los recursos shale pueden liberar más petróleo para exportación, incrementando las ganancias para el país mismo. Para Rusia, con un estimado de 75 billones de barriles de petróleo recuperable de pizarra (50% más que los Estados Unidos), el crecimiento de la producción apunta a mayores ganancias gubernamentales.
Y para otros países, las motivaciones irán desde reducir la dependencia en importaciones hasta incrementar las ganancias por exportaciones para financiar el desarrollo de la economía local.

Los inconvenientes. Los escépticos, dice el autor, apuntan a tres problemas que podrían evaporar los frutos de la revolución shale: regulaciones ambientales, declinantes tasas de producción y la economía de la perforación. Pero ninguna es catastrófica.

La fractura hidráulica (fracking), el proceso de inyectar arena, agua y productos químicos en las rocas de pizarra o lutitas para romperlas y liberar los hidrocarburos atrapados en ellas, posee riesgos potenciales ambientales, tales como la contaminación de los aquíferos subterráneos, el incremento de la actividad sísmica y el manejo de productos de desecho y su disposición fuera de los campos.

Todos estos riesgos pueden ser mitigados y dirigidos a la industria para que asuma y opere con un conjunto de “mejores prácticas”. El mensaje necesita ser enviado con más claridad y las “mejores prácticas” necesitan ser implementadas seriamente, para evitar las restricciones locales que detendrían la expansión de la revolución shale o minimizaran su impacto.

En lo que se refiere a los declinantes niveles de producción, el fracking crea una gran producción al inicio de la operación de un pozo que tiene un rápido declive, y los críticos señalan que esto significa que las ganancias de la revolución serían ilusorias. Pero hay dos buenas razones para pensar que la producción alta continuará por décadas más que por unos años. Primero, la acumulación de pozos de fracking con una alta cuota de producción está construyendo una base durable de flujos que continuará bastante tiempo; y, segundo, la economía (o costos cada vez menores) de perforación trabaja a favor de seguir perforando para mantener una alta y sostenible tasa de producción.

Ciertamente, los costos de encontrar y desarrollar recursos en forma tradicional requieren que los precios del gas estén por arriba de 4 dólares el millar de pies cúbicos de gas y sobre 70 dólares el barril de petróleo para que funcione la economía de perforación. Pero lo que está sucediendo es que la abundante producción podría llevar los precios por debajo de lo que se consideraría rentable. Empero, debido al incremento en la demanda (debido a la industria, calefacción industrial y del hogar, el mercado de exportación, la generación eléctrica y el transporte) sostendrán los precios en un nivel sostenible para los trabajos de perforación: en el rango de 5 a 6 dólares, que es donde estuvieron los precios el pasado invierno. En el sector de petróleo, muchos perforadores consideran una adecuado retorno de la inversión a precios debajo de 50 dólares el barril y, dentro de unos pocos años, hasta por debajo de 40 dólares el barril.

Si se piensa globalmente, dado que estos recursos shale se encuentran alrededor de todo el mundo, muchos países están tratando de duplicar el éxito de los Estados Unidos en el sector y es probable que muchos lo logren. Los recursos shale de Estados Unidos son sólo el 15% del total mundial. Muchos países están tomando sus propios pasos para desarrollar sus recursos shale y en varios, los resultados son promisorios. Es muy probable que Australia, China, México, Rusia, Arabia Saudita y el Reino Unido vean producción significativa antes de que termine esta década y, como resultado, el comercio mundial de energía se verá dramáticamente impactado.

En la geopolítica de la energía, hay siempre ganadores y perdedores, concluye el artículo de referencia. La OPEP estará entre los últimos, y los Estados Unidos se mueven de haber tenido un déficit neto de hidrocarburos de unos nueve millones de barriles por día en 2007, a tener uno de seis millones de barriles hoy, y a disfrutar de un positivo neto hacia el 2020.

La pérdida de segmentos del mercado y precios más bajos podrían ser un desafío devastador para los productores de petróleo dependientes de las exportaciones para los ingresos gubernamentales. El crecimiento de la población y el declive del ingreso per cápita están teniendo un rol central en disparar las protestas domésticas en Iraq, Libia, Nigeria y Venezuela, que no tienen años promisorios por delante.

Al mismo tiempo, la economía de los Estados Unidos podría estarse aproximando a la independencia energética. Y la revolución shale también apunta a la prevalencia de fuerzas del mercado en los precios internacionales de los energéticos, poniendo un fin a la dominancia de 40 años de la OPEP durante la cual los productores podían complotar la elevación de precios ignorando los costos de producción, con consecuencias negativas para la economía mundial. Y la Revolución Shale apenas está comenzando.

Es tan sencillo como imaginar un mundo en el que los precios del petróleo se ubiquen por debajo de 50 dólares el barril, en tanto que el gas natural esté en 5 a 6 dólares el millar de pies cúbicos, con suministro estable y todo en manos más predecibles que las de los países de la OPEP, todo ello en un plazo no mayor a diez años.

En realidad, con la revolución energética, la gran transformación estructural del mundo podría estar sucediendo ante nuestros ojos. Si esto aconteciera, ¿en dónde le convendría estar a México? ¿Con los ganadores o con los perdedores?