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Foto: Agencias .
*En un mundo cada vez más sometido a las huestes de la electricidad en todas sus variantes o en la plena «electrocracia» o la «electrodependencia» cosas tan sencillas como saber la hora del día, para algunas personas fue prácticamente imposible
Revista Los Cínicos . | Tijuana, BC | 11 May 2025
Por Alberto Zúñiga Rodríguez
TÓNICA REPLICANTE
¿Es tan terrorífico estar sin luz por más de 10 horas?
El lunes 28 de abril de 2025, a las 12:30 del mediodía se fue la luz en España. Salvo las islas Baleares y las de Canarias, el resto de la península ibérica sufrió un corte abrupto de energía. En algún momento dado, se pensaba que sería algo de corta duración, pero conforme avanzaban las horas y se filtraba a cuentagotas la información, descubrimos que también ocurrió en Portugal y en algunos sitios de Francia, Alemania y Andorra. El único contacto con «el resto del mundo» provenía de un maltrecho internet que llegaba a nuestros teléfonos celulares de forma intermitente, vía WhatsApp y otras redes sociales, mientras la batería lo permitía.
En un mundo cada vez más sometido a las huestes de la electricidad en todas sus variantes o en la plena «electrocracia» o la «electrodependencia» cosas tan sencillas como saber la hora del día, para algunas personas fue prácticamente imposible. “¡Ay, mis hijos tan llenos de smartwatches en las muñecas y aparatos inteligentes en los bolsillos!”, se escuchaba en los llantos de La Llorona ibérica. ¡ Matchpoint para el mundo analógico!
Fue la radio y el radio, como medio de comunicación y como aparato de pilas doble A, mediante sus ondas hertzianas los que tomaron la batuta informativa de ese día, grabándole al mundo su añejo poderío, alcance y magia. Algo similar ocurrió con las estufas de gas, que siguieron tan campantes cumpliendo su trabajo doméstico diario como lo han hecho desde tiempos inmemoriales; los demás, los modernillos-electrodependientes, corrimos a buscar refugio gastronómico en algún restaurante que tuviera alguna cocina «tradicional» ante la inoperatividad de nuestras estufas vitrocerámicas, ¡claro, esas que funcionan con electricidad! Agradezco tener en la planta baja del edificio donde vivimos a los queridos Lily y Chang, quienes son los dueños de un restaurante-bar chino. Un delicioso pollo al limón, unas aceitunas rellenas de anchoas y unas ricas copas de Estrella Galicia -de tirador, por supuesto, nos salvaron de la inanición a mi marida ya este su obrero fílmico.
En ese día sin fuente eléctrica, el caos se apropió de la vida de algunas personas. «¡Coño, que me muero sin la puta luz!», gritaba como merolico un nómada digital en su bar de barrio donde el gaui-fai dejó de funcionar ya por más de 8 horas y con los rayos del Sol a punto de fenecer. Hermosa primavera que nos regalas días luminosos hasta las 8 o 9 de la noche.
En las grandes urbes como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, el desconcierto se apropió de los usuarios de medios de transporte. La radio daba noticias de personas atrapadas en trenes o vagones de metro, caos vial, choques y un escenario digno de cualquier película del fin del mundo. En las calles y en la intermitencia de X y demás redes, las teorías conspiranoicas se revolcaban en el lodo del festín de la desinformación y los bulos.
Se leía en diferentes posts del caralibro y tuits (¿ equizasos se les llama ahora?) que si fueron los rusos porque ese Putin es capaz de eso y más… ¡Qué nooo!, que no son los rusos, que fue Trump y sus locuras de aranceles y amenazas… ¡Qué nooo!, que tampoco son ellos, que fueron los chinos… ¡Qué tampoco ellos!, que fue un problema por un exceso de energía lo que produjo el colapso energético y así. Mientras leía sobre posibles causas, reptó de inmediato a mi mente la mini serie de 6 capítulos de Netflix con Al Pacino de protagonista, Día Cero , donde interpreta a George Mullen, un reconocido expresidente de los Estados Unidos que tras un grave ciberataque que paralizó el país (para ellos el mundo entero, como suele ocurrir con estas ficciones apocalípticas), recibe el encargo de liderar un comité para identificar a los responsables y revelar la verdad antes de que ocurra un nuevo ataque. Sin embargo, pronto surge una inquietante pregunta: “¿El peligro viene de una nación extranjera o de un adversario dentro del propio país?” Para las personas que crecimos en las geografías del tercermundismo , los apagones de luz no nos son ajenos porque sus entornos agrestes -y más limitaciones-nos preparan para ello, sabemos que los vecinos salen al quite, que hay que tener velas por todos lados, un par de latas de atún por cualquier-cosa-no-vaya-a-ser-la-de-dios-padre-como-nos-decían-las-abuelas , que hay que tener dinero en efectivo en casa (punto para mi marida, tache para mí y la dependencia que tengo a los Bizums y la de pagar con tarjeta todo) y que tu compita de la papelería-ferretería-tienda-de-abarrotes, no te deja de lado.
En ese día sin fuente eléctrica, el caos se apropió de la vida de algunas personas. «¡Coño, que me muero sin la puta luz!», gritaba como merolico un nómada digital en su bar de barrio donde el gaui-fai dejó de funcionar ya por más de 8 horas y con los rayos del Sol a punto de fenecer. Hermosa primavera que nos regalas días luminosos hasta las 8 o 9 de la noche.
La vida actual en las ciudades densamente pobladas se ha transformado en algo peculiar. Sin luz no furulan, ni los Ali Express, ni los Amazon, ni los Glovo, ni la televisión, ni el internet; tampoco está ahí la IA para transformar nuestras fotos en viñetas de estudio Ghibli, en un muñeco coleccionable o con un genio que no entiende nuestros más recónditos deseos cuando más se le necesita; además sin corriente eléctrica, los elevadores que me cuestan mucho decirles ascensores, no fueron los mejores aliados porque literalmente «enjaularon» a una cantidad importante de ciudadanos en distintas latitudes de la geografía española, como también lo hicieron algunas puertas eléctricas de garajes.
Me llamó la atención que en este apagón las grandes tiendas y centros comerciales se atrincheraron inoperantes y fueron nuevamente las tiendas de barrio, las que estaban ahí para uno. Acudimos con mi marida a la nueva tienda de pakis para abastecernos de una dotación más de atunes, porque no-vaya-a-ser-la-de-dios-padre-como-decían-las-abuelas.
Ese 28 de abril, miré incrédulo a ese supermercadito equivalente a los Oxxos o Seven Eleven en México cerrados. El Hipercor del Corte Inglés nunca se raja, los siete días de la semana, de casi todo el año, incluidos los domingos -que acá en España, es difícil encontrar algo abierto ese día de la semana-, no fue el capitalismo el que lo cerró, fue la falta de luz.
¿Es tan terrorífico estar sin luz por más de 10 horas? Lo es para quienes… «Sin likes me muero, pobres de mis falagüers-que-no-saben-de-mí…» Lo es para los autos del sueño verde que depende de ella, ¿pero sin gasolina pasa lo mismo, no? Lo es para vivir en la dependencia que raya en la locura. Y aunque lo anterior es -en muchos casos- superfluo, es gravísimo para quienes les hizo falta en hospitales y cuya vida depende de su suministro (que en paz descansen a quienes se llevó este histórico apagón). Incluso «el pobre» de Viggo Mortensen apareció entre los varados en la estación de Sants de Barcelona y sí, esto fue noticia, por absurdo que parezca.
Cerca de las tres de la madrugada del día siguiente, en casa la lavadora, la alarma del lavavajillas y las luces de un pasillo cobraron vida. No nacimos con luz, pero la dependencia a ella es innegable. Ese día que no funcionaba prácticamente «nada», no pude asistir a la cita que había pactado con mi paisano Felipe Godoy, quien estaba de visita exprés por Barcelona ya quien quería entrevistar, con motivo del festival de cine de terror Animal Film Fest, del que además de ser fundador en 2019, forma parte de su consejo directivo y producción. El destino hizo lo suyo y sólo vía WhatsApp a posteriori y ya él de regreso a Morelia, pude hacerle la batería de preguntas que tenía anotadas en mi bloque de notas digitales.
A más de una semana de este histórico apagón son pocas las certezas sobre lo ocurrido y una verdadera vendaval de teorías y datos. Carlos Cuerpo, ministro de Economía, estima en pérdidas una cifra de 400 millones de euros. La oficina de Red Eléctrica Española (REE) afirma que se puede descartar un incidente de ciberseguridad y apunta a un parón de plantas fotovoltaicas, a lo que el sector privado responde con una rotonda negativa. El presidente Pedro Sánchez, defiende el modelo energético basado en las renovables. Los partidos de derecha, PP y Vox el incidente lo usan como arma para exigir al Gobierno que atrase el cierre de las centrales nucleares en España, previsto entre 2027 y 2035 y Sánchez los acusa de defender los intereses de estas empresas energéticas y sus centrales… ¿Realmente sabremos qué pasó ese día? No lo creo.
Mientras en España se debaten estos temas y hablando de energía nuclear, un nuevo conflicto bélico ha saltado en el mapa mundial de dos potencias que emplean esta energía: la India bombardeó Pakistán la madrugada del miércoles 7 de mayo alegando atacar objetivos terroristas (la enemistad entre estas naciones se remonta a la independencia de estos países en 1947 del régimen político colonial). El ataque se produce como represalia tras el atentado donde murieron 26 turistas hindúes en un tiroteo sucedido en la zona turística de Pahalgam, en la Cachemira india, reivindicado por el Frente de Resistencia, que es un grupo islamista de Pakistán.
Convulso y extraño el mundo estos días, aunque de momento en mi pantalla del celular se ve una fumarola blanca. Es del Vaticano. Un cardenal sale del balcón a la Plaza de San Pedro y grita:
-«¡Habemus Papam!»
La multitud ahí reunida responde en una sola voz:
-“¡Iluminanos, Santo Padre!”
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