10 de Mayo de 2025
Nacional

José Vasconcelos, llama encendida de la educación


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*Transformó el concepto de educación en México *Fue grande entre los grandes de su época *Honorablemente, fue calificado como “El mexicano más ilustre desde la independencia”, “El político más grande de México”, “El Maestro de América”, y otros

| | 14 Ene 2021

El distinguido y prestigiado abogado penalista Alberto Woolrich Ortiz presentó una breve ponencia doctoral referente a la deslumbrante carrera política de unos de los personajes más brillantes que haya tenido nuestro país en materia de Educación, Don José Vasconcelos Calderón, quien dejara un importantísimo legado que cimentó el conocimiento y la sapiencia que ha prevalecido en el desarrollo de millones de mexicanos hasta hoy en día.´

El litigante dijo que “a distancia de siglos de su nacimiento, he querido recordar en este espacio de opinión libre y veraz, con admiración y respeto, a un personaje irrepetible: Don José Vasconcelos, ilustre oaxaqueño, que no sólo fue en su tiempo un valiente y agresivo político, sino que pudo escribir gracias a su enorme talento y vocación intelectual, las más hermosas páginas de la cultura de nuestro México, como el más recio, más profundo, más ilustrado, más decente, más comprometido con el gremio de mentores y educandos, más honesto y mejor secretario de Educación Pública que la República ha tenido jamás”.

Vasconcelos –apunta- como secretario de Educación Pública, a diferencia de los demás y ahí se incluye a la actual, fue no sólo un político positivo, también fue filosofo de muy altos vuelos, escritor de excelencia, apasionado historiador, sociólogo, maestro universal, autor del lema de nuestra Alma Mater la Universidad Nacional Autónoma de México: “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”. Abogado de Profesión, ejerció como litigante con gran éxito en el Foro Nacional. Fue también gran periodista a diferencia de muchos y muy conocidos jamás recibió un “chayote” por ello.

Durante el conflicto revolucionario armado de 1910 –rememora- Vasconcelos se convirtió en un político que tuvo una gran y positiva influencia con Don Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Álvaro Obregón y con todos aquellos que integraron la Convención de Aguascalientes.

Su vida, su época, su existencia, en resumen, fue una llama encendida que su enorme inteligencia consumió entre actos geniales y amores de una noche con pasiones no contenidas, que moldearon su personalidad, generó un haz luz suficiente para iluminar a la humanidad, aún a todos aquellos que transitan por la Cuarta Transformación (4T) tan preñada de nubarrones por la impureza democrática la cual se percibe en futuras elecciones.

Don José Vasconcelos nos mostró y enseñó, en dónde debe escudriñarse la verdad y la belleza, ello lo obtuvo gracias a sus enseñanzas filosóficas, políticas, educativas, personales las cuales se encuentran contenidas en sus obras “Ulises Criollo”, “La Tormenta”, “Memorias”, “El Desastre”, “La Flama”, “La raza cósmica”, etc., etc..

Vasconcelos, a diferencia de muchos, conoció de aventuras y desventuras, amores y desamores, huracanes y tempestades, que convirtieron su vida en una vida digna de ser vivida, como él a toda plenitud la vivió.

Fue grande entre los grandes de su época, lo unió una sincera amistad con Filomeno Mata, Luis Cabrera, Félix Fulgencio Palavicini, José Santos Chocano, Manuel Ugarte, entre muchos, con su egregia cultura transformó el “Ateneo de México”, en un ministerio de cultura extraoficial, en él instruyó a obreros.

Don José Vasconcelos Calderón, transformó el concepto de educación en México, sin demagogias, sin promesas, con acciones, con decisiones, para integrar una imagen de la cultura mexicana, entendida como un movimiento anticolonialista latinoamericano e indigenista. Se enemistó con el Presidente Carranza, porque se negó en forma terminante a atacar a Zapata y Villa, quienes le restaban popularidad al referido mandatario.

A la Convención de Aguascalientes se incorporó como Villista. En ella dio forma jurídica a la voluntad de Francisco Villa y Emiliano Zapata para desconocer al Presidente Carranza, que gracias a su talento jurídico y educativo, buscó y obtuvo que se le otorgara a la Convención de Aguascalientes, la suprema soberanía nacional, evitando con fuerza que los caudillos la politizaran.

Hay que recordar que la Convención eligió como Presidente al General Eulalio Gutiérrez quien de inmediato nombró a Don José Vasconcelos como su Ministro de Educación, ocupando tan distinguido cargo público entre el 1 de octubre de 1921 al 27 de julio de 1924.

Esa fue la semilla de su fructífera carrera. Fue Rector de la Universidad Nacional, gracias a él se dio inicio a la campaña de alfabetización, dio como lema a la universidad “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU” y señaló los nuevos rumbos que iluminaron el camino del Alma Mater de infinidad de generaciones.

Lo expuesto sólo resulta una somera síntesis -sin pasar por Adriana Arizmendi Mejía, ni por Valeria, ni por Antonieta Rivas Mercado, por muchas más de la sociedad cultural y artística-, de la fascinante historia de vida de Don José Vasconcelos (Oaxaca, 27 de febrero de 1882-Ciudad de México, 30 de junio de 1959).falleció a los 77 años de edad.

Vasconcelos, no tuvo ni tiene par, es irrepetible e imposible que nazca otro, que nos haga avizorar un País en que el excremento y la corrupción desaparezcan por completo de la actual Secretaría de Educación Pública.

Por último, el abogado Woolrich Ortiz envió un mensaje a la secretaria de Educación, Delfina Gómez Álvarez -que no debo ser yo, sino los alumnos y los maestros-, “que por su evidente ignorancia, le hagan ver un reproche por su función como tal y que ello le sirva para tratar, sólo tratar de obtener ilustración en su escaso acervo cultural en temas de educación que no sólo desconoce sino que pretende descubrir, y lo que es peor, no de buena fe”.

Alberto Woolrich Ortíz, es presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A. C.

José Vasconcelos

Fue un abogado, político, escritor, educador, funcionario público y filósofo mexicano. Autor de una serie de novelas autobiográficas que retratan detalles singulares del largo proceso de descomposición del porfiriato, del desarrollo y triunfo de la Revolución mexicana y del inicio de la etapa del régimen post-revolucionario mexicano que fue llamada “de construcción de instituciones”.

Fue nombrado primer Secretario de Educación Pública del país y rector de la Universidad Nacional condecorado como Doctor Honoris Causa por la misma institución y por las de Chile, Guatemala y otras latinoamericanas. Fue también miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua.

Fue el segundo de los nueve hijos que procrearon Carmen Calderón Conde e Ignacio Vasconcelos Varela. Particularmente importante para su desarrollo personal fue la oportunidad que tuvo de realizar estudios de educación primaria en escuelas ubicadas en la frontera de Estados Unidos y México, especialmente en Eagle Pass en Texas y Piedras Negras en Coahuila.

Más adelante, por causas familiares de índole económica, debió continuar su educación en el Instituto Científico de Toluca, Estado de México, y en el Instituto Campechano, en la ciudad de San Francisco de Campeche, Campeche.

Luego de la prematura muerte de su madre, ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria (actualmente parte de la UNAM) y posteriormente en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el título de licenciado en derecho en 1907.

A los dos años de haber concluido sus estudios, Vasconcelos participa con otros jóvenes mexicanos críticos de los excesos de la educación positivista impuesta por Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública del gobierno de Porfirio Díaz, en la fundación del Ateneo de la Juventud Mexicana, más adelante conocido como el Ateneo de México.
Lo novedoso del Ateneo no radicó en su disposición a criticar los excesos del porfiriato, sino en la calidad de las críticas sagaces emanadas de la generación de jóvenes intelectuales que le dieron vida.

La más importante de ellas tiene que ver con el rechazo del determinismo y mecanicismo del positivismo comtiano y spenceriano y el llamado a dotar a la educación de una visión más amplia, que rechazara el determinismo biológico del racismo y que encontrara una solución al problema de los costos de los ajustes sociales generados por grandes procesos de cambio como la industrialización o la concentración urbana.

Aunado a ello, en oposición al planteamiento oficial de Sierra y los funcionarios del porfiriato, llamados “Los Científicos”, de promover una visión única del pensamiento filosófico (positivista y determinista), Vasconcelos y la generación del Ateneo proponían la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento y, sobre todo, la reafirmación de los valores culturales, éticos y estéticos en los que América Latina emergió como una realidad social y política con identidad propia.

Aquí es importante destacar que una de las características del porfiriato, para algunos el lado oscuro de éste, es justamente un cierto desdén por lo nacional mexicano, su fascinación con lo europeo, lo francés, lo alemán o, si nada de esto era posible, con lo estadounidense, como alternativa viable para alcanzar el progreso.

Vasconcelos y la generación del Ateneo sientan las bases para una ambiciosa recuperación de lo nacional mexicano y de lo latinoamericano como una identidad que, además de real, fuera viable en el futuro, y sobre todo que no dependiera de lo extranjero para un progreso sostenido, como de hecho ocurrió con el modelo económico del porfiriato y otros experimentos latinoamericanos similares, como la República de los Coroneles en Brasil, México y Estados Unidos.

Tras producirse el golpe de estado de Victoriano Huerta y Félix Díaz, Vasconcelos tuvo que exiliarse en Estados Unidos, donde recibió el encargo del gobernador de Coahuila y primer jefe del Ejército Constitucionalista Venustiano Carranza, de buscar, como agente confidencial, el reconocimiento de Inglaterra, Francia y otras potencias europeas, impidiendo que Huerta fuera reconocido u obtuviera apoyo económico.

Cuando Vasconcelos logró el reconocimiento de Carranza como presidente de facto, éste volvió a nombrar a Vasconcelos director de la Escuela Nacional Preparatoria. Pero discrepancias políticas con Carranza llevaron una vez más al exilio a Vasconcelos, que regresó para tomar la cartera de Instrucción Pública durante la breve gestión de Eulalio Gutiérrez Ortiz como presidente de la Convención Nacional.

Durante este periodo, Vasconcelos no pudo en realidad desarrollar sus ideas en materia de educación pública, pues las pugnas internas de los revolucionarios de la Convención de Aguascalientes y la derrota de Francisco Villa ante Álvaro Obregón, hicieron imposible cualquier ejercicio de funciones de gobierno.

Al proclamarse el Plan de Agua Prieta en 1920, Vasconcelos se alineó con Álvaro Obregón contra Carranza. Tras la muerte de Carranza, el presidente interino Adolfo de la Huerta le encargó el Departamento Universitario y de Bellas Artes, cargo que incluía la rectoría de la Universidad Nacional de México.

Después de cinco años de exilio, Vasconcelos regresa a la Ciudad de México junto al general Obregón. El presidente interino Adolfo de la Huerta (1920) lo nombró rector de la Universidad Nacional de México el 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921.

De acuerdo con los ideales de Vasconcelos la Universidad tenía la misión de impartir enseñanza y preparar a una generación de técnicos y humanistas que trabajaran y colaboraran con la sociedad.

Al ser nombrado rector de la Universidad Nacional dijo: “Yo no vengo a trabajar por la Universidad sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo”, fue su propósito como rector.

El motivo por el cual José Vasconcelos quería preparar a los estudiantes universitarios era porque México acababa de finalizar con la Revolución mexicana, y la restauración de México para Vasconcelos solo se podría lograr por medio de la educación y la acción social.

Las acciones que realiza como rector de la universidad fueron básicamente para divulgar los clásicos (literatura, música, arquitectura, entre otras). Empieza con proyectos que pretendieron humanizar a la comunidad universitaria.

Su espíritu iberoamericano, expresado en su obra literaria, queda también reflejado en la propuesta al Consejo Universitario, en abril de 1921, del escudo que la actual UNAM ostenta hasta la fecha y en el que plasma su convicción de que los mexicanos deben difundir su propia patria con la gran patria hispanoamericana como una nueva expresión de los destinos humanos. La leyenda que propone para dicho escudo constituye hasta ahora el lema de la Universidad Nacional: “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”.

Fue candidato presidencial

No solo eso, consciente de los excesos de los que Plutarco Elías Calles era capaz en temas tan delicados como el de las relaciones Estado-Iglesia, y que prefiguraban el desarrollo del maximato y uno de sus precursores, de la así llamada Guerra Cristera, en 1929 decidió postularse como candidato a la Presidencia de la República. Eso lo llevaría a enfrentarse al candidato de Calles, Pascual Ortiz Rubio en una desigual campaña que recordó a muchos la que Madero desarrolló en 1909 contra Porfirio Díaz, no solo por el apoyo del aparato del Estado al candidato Ortiz Rubio, sino también por la violencia que muchos vasconcelistas debieron padecer en carne propia.

Apoyado por algunos de los más lúcidos intelectuales y artistas de la época, como Antonieta Rivas Mercado, Gabriela Mistral, Manuel Gómez Morin, Alberto Vásquez del Mercado y Miguel Palacios Macedo, Vasconcelos desarrolló una ambiciosa campaña electoral que despertó las ilusiones de muchos.

En campaña acaece el asesinato de líderes vasconcelistas emprendido por diputados y asesinos de paga disfrazados de policías; el propio Vasconcelos sobrevivió a varios atentados en su contra. El mismo día de las elecciones se abre fuego contra los votantes en diversas poblaciones del país.

Los resultados oficiales de la elección arrojan un 93 por ciento de los votos para Pascual Ortiz Rubio y el resto para Vasconcelos y otros. Los resultados, sin valor alguno para la mayoría de los historiadores del periodo, dejaban ver, sin embargo, el claro mensaje que Calles y su grupo enviaban a Vasconcelos: no se respetarían elecciones democráticas, sino sucesión presidencial previamente acordada por el jefe de Estado, lo que se convirtió en modelo político mexicano tocante al tema de la sucesión presidencial a lo largo del siglo XX.

Para muchos de sus seguidores, como Miguel Palacios Macedo, José Vasconcelos sería recordado como “el político más grande de México”, en tantos que Genaro Fernández MacGregor, refirió a Vasconcelos como “el mexicano más ilustre desde la independencia”.

Murió en el barrio de Tacubaya de la Ciudad de México, el 30 de junio de 1959. Fue encontrado su cuerpo reclinado sobre el escritorio, en el cual trabajaba en una de sus últimas obras literarias: Letanías del atardecer, proyecto inconcluso póstumamente. Mereció, por sus cualidades de pedagogo y su decidido apoyo a la cultura latinoamericana, que la Federación de Estudiantes de Colombia lo nombrara Maestro de la Juventud de América, título que a menudo se abrevia como “Maestro de América”.

Reportero Free Lance *
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