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*¿Es rentable para la sociedad y para el gobierno conservar una policía paralizada?
Álvaro Aragón Ayala . | Culiacán, Sinaloa | 25 Nov 2024
Sin meterse en honduras gansteriles, sin el ánimo de identificar agentes financieros y sin plantear conjeturas galácticas, sólo preguntas por la importancia que reviste el tema de la seguridad y porque las guerras se ganan con dinero, con ejércitos adiestrados y la capacidad de fuego ¿Cuánto costará, a diario, sostener el enfrentamiento a sangre, fuego y muerte que libran en Culiacán dos grupos armados?, sí, en la capital de Sinaloa que ayer, durante el día domingo, y luego por la noche se volvió a convertir en el mismísimo infierno.
Es válida la interrogante porque nadie de los periodistas especialistas en seguridad de Culiacán y de la Ciudad de México han contabilizado el gasto que representa mantener en activo a los soldados fácticos y suicidas -sin mencionar los legítimos del ejército mexicano, los de la Marina Nacional y los de la Guardia Nacional-. Es conveniente porque desconcierta y causa pánico no saber cuándo menos si algunas acciones en perjuicio de la población son o no perpetradas por el crimen organizado o por los grupos de la delincuencia común.
Se registran tiroteos para mantener la dinámica o la estrategia del caos masivo. Se queman casas y se “levantan” ciudadanos, sacándolos incluso de sus hogares. Se realizan secuestros exprés -para obligarlos que hagan retiros bancarios-; se extorsionan familias, se roban comercios grandes y pequeños y se hurtan vehículos a granel. Hay noticias, no publicadas, de despojos notariados de bienes inmuebles con la presión de la punta de la pistola en la cabeza.
Esos dineros que generan estas acciones delictivas ¿son o no para pagar los enfrentamientos o son parte de los negocios ilícitos de la delincuencia común que se estaría aprovechando de la coyuntura violenta y de la debilidad y miedo de los miembros de los cuerpos policiacos locales -Policías Preventivas, Policía Ministerial y agentes de la Secretaría Estatal de Seguridad Pública- para cometer delitos en perjuicio de ciudadanos pacíficos de Culiacán y de otros municipios?
Si es para sostener los combates que libran las dos facciones armadas, entonces la población pudiera estar pagando parte del costo de la que algunos columnistas y analistas de Culiacán y de la Ciudad de México llaman narco-guerra. Si es así el problema es gravísimo, ya que los capos no invertirían sus propios recursos para mantener económicamente a sus ejércitos y para sostenerlos y los estarían tomando del patrimonio del pueblo con el argumento de una especie de “narco expropiación”.
Si las facciones le siguen invirtiendo su dinero para sostener sus enfrentamientos, entonces se estarían registrado una escalada de acciones propias de la delincuencia común que se moverían con entera libertad en medio del zipizape. Se trataría de delitos del orden común que deberían de atacar, contener o disuadir las corporaciones locales. Si es así ¿Dónde están entonces los cuerpos policiacos municipales y estatales? ¿Qué papeles juegan en las tareas de prevención de delitos? ¿se les paga para no hacer nada? ¿Es rentable para la sociedad y para el gobierno conservar una policía paralizada?
En Culiacán y otros municipios como El Dorado, Navolato y Mazatlán, la violencia va in crescendo. Persiste la escalada de asesinatos y “levantones”, mutilados y hasta quemados -no se sabe si vivos o después de ser acribillados-. El registro de casas baleadas y quemadas es alarmante. Sube y sube. Se incrementan los asaltos a los domicilios privados para sacar a la fuerza a una persona o a toda la familia y desaparecerlas. No se sabe en realidad quiénes son víctimas colaterales ni quienes han caído blanco de alguna maquinación creada en la coyuntura de la violencia.
Los grupos armados han cambiado estrategias. Ya les agarraron el paso o la medida a las fuerzas federales. Hay tiroteos distractivos por todos lados. Ya no hay tanto “rafagueado” en el casco de Culiacán ni en las zonas comerciales del centro de otras ciudades. La nueva estrategia es similar, no igual a la guerra de guerrillas. La percepción es que se caza en colonias de la periferia y las sindicaturas a personas claves para ejecutarlas, y salir quemando llanta o para “levantarlos” para después matarlos y ocultar sus cuerpos o tirarlos en canales o a las orillas de caminos y carreteras.
Hay sí, victimas colaterales, cuyo número aumenta. Inocentes muy bien identificados por la sociedad -a diferencia de otros que son anonimizados-. Con dinero o sin dinero, venga de donde venga, el reporte es escalofriante: van más de 350 asesinados, más de 450 “esfumados” por la vía del “levantón” silencioso o estridente. No hay un reporte oficial y creíble de las casas allanadas y quemadas ni sobre número de vehículos incendiados. Se han robado con violencia más de mil 200 unidades motrices. El colapso de Culiacán es espantoso. Al costo de la guerra, que ya no se sabe a quién endilgárselo, se suman las millonarias pérdidas económicas de los sectores productivos del centro y sur del estado.
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