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*El Colegio Nacional recuerda la fuerza de la poesía chilena a 50 años del golpe de Estado *Con la coordinación del colegiado Juan Villoro, se llevó a cabo la mesa ‘Ni pena ni miedo. Presencia de la literatura chilena’ *En el panel participaron Vicente Quirarte, también miembro de El Colegio Nacional, los escritores Myriam Moscona, Alejandro Zambra y Miguel Limón Rojas
| | 06 Sep 2023
En una idea performática, los autores chilenos Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky decidieron recorrer Santiago de Chile en línea recta. “Naturalmente las casas interrumpían su recorrido; entonces tocaban a la puerta y decían: ‘somos poetas chilenos, tenemos que atravesar su casa porque tenemos que ir en línea recta’, y asombrosamente la gente los dejaba pasar”, recordó el escritor mexicano Juan Villoro.
“Esa es la fuerza de los poetas chilenos”, la de aquellos “que pueden atravesar: son los únicos que pueden atravesar una ciudad en línea recta”, dijo el autor, miembro de El Colegio Nacional, al arrancar el ciclo Ni pena ni miedo. Presencia de la literatura chilena, organizado con motivo de los 50 años del Golpe de Estado en Chile.
La mesa, titulada así a partir de una frase del poeta chileno Raúl Zurita que fue esculpida de forma monumental en el desierto de Atacama, contó con la participación del poeta, y también colegiado, Vicente Quirarte; la escritora mexicana Myriam Moscona; el chileno Alejandro Zambra y Miguel Limón Rojas, presidente de la Fundación para las Letras Mexicanas, institución que junto con El Colegio Nacional y la Casa Estudio Cien Años de Soledad, organizan el ciclo.
Los poetas chilenos, agregó Villoro en el Aula Mayor de la institución, “han tenido muchas maneras de abordar la realidad y han sido extraordinariamente creativos, entre otras cosas, para inventar maneras de pelearse, porque yo creo que pocas literaturas ha tenido disputas y polémicas tan fuertes como la literatura chilena y esto deriva de los muy diversos arquetipos que ha habido en esa literatura”.
“Si pensamos en Pablo Neruda, un poeta que fue Premio Nobel, embajador en París, que llenaba estadios en sus lecturas y lo contrastamos con los poetas que evoca Roberto Bolaño en Los detectives salvajes, que entiende al detective salvaje como un investigador rebelde de la realidad, es decir, un poeta cuya obra es, principalmente, su propia vida, esa transformación que nos recuerda a muchos gestos de otros poetas”, dijo.
Con Villoro coincidió la escritora Myriam Moscona: “Es impresionante la tradición de la poesía chilena, es una de las más ricas del continente, sin duda. Sólo en el siglo XX la poesía chilena tuvo a Gabriela Mistral, a Vicente Huidobro, a Pablo Neruda, a Pablo de Roca, a Nicanor Parra, a Violeta Parra, a Gonzalo Rojas, a Jorge Teillier, a Enrique Lihn, que se odiaban, a Gonzalo Millán, a Elvira Hernández”.
Entre los vivos, Moscona recordó a “Soledad Fariña, a Rosabetty Muñoz, a Raúl Zurita, llamado mejor documentalista del mundo, porque así lo han definido, a Patricio Guzmán, poeta mayor de la imagen en movimiento. Muchos de ellos comparten en sus obras el amor por los desiertos, por las aguas, por los hielos, por la arena, por las flores, por la cordillera, por los riscos, por los cielos. Sólo que esa alabanza por su Chile, no es sólo un amor contemplativo, el paisaje expresa su imperio junto a la sangre y al desangre del país en distintas etapas y por distintas causas”.
La escritora mexicana introdujo a Siempre volvemos a Cómala, último libro de Soledad Fariña, de próxima aparición, que, dijo, comenzó a ser escrito en 2006, cuando ambas obtuvieron la beca de la Fundación Guggenheim. “Yo tardé mucho en concluir y publicar el proyecto que había postulado, eso pensaba, hasta que hace poco supe que la poeta chilena se encontraba, 17 años después de haber ganado la famosa beca, afinando los últimos detalles de su libro, un trabajo importantísimo para la historia de Chile y para la historia de la poesía chilena”.
En el libro, que será publicado en la editorial de la Universidad de Santiago de Chile, Salvador Allende y Juan Rulfo sostienen un diálogo sobre la muerte, “la que cicatriza en nuestros dos países, en ambas naciones sabemos qué es la muerte, sobre todo aquella que no debió de existir. Allí están Rulfo y Allende acompadrándose en el país de los muertos en un poemario complejo con un montaje de voces que se intercalan en distintos planos, allí está la voz también, y la figura de algunas mujeres de la familia de Allende, pero también está la voz de los torturados, de los delatores, la voz del así llamado compañero presidente desde la vida y desde la muerte”.
El libro de “dolor y muerte de Fariña —explicó Moscona—, “es un cuenco oscuro que lo contiene todo: diálogos, fragmentos de canciones, citas de otros poetas, investigación hemerográfica, testimonios de torturados, datos duros, consignas políticas y niebla, mucha niebla, que cuando impide ver invita al lector a internarse en el país de las sombras, donde dos hombres recuerdan la sangre, recuerdan la muerte que los hizo vivir”.
Un país horrible, con una poesía maravillosa: Zambra
La generación de chilenos que nació después del golpe de Estado, y vivió hasta la adolescencia baja la dictadura, creció con “la sensación de que vivíamos en un país horrible con una poesía maravillosa y que nos tocaba aferrarnos a eso, y que, a partir de eso, podíamos intervenir en la sociedad”, sostuvo el escritor chileno Alejandro Zambra.
Zambra, nacido en 1975, afirmó que la fascinación que su generación sintió por la literatura “era una fascinación por la poesía chilena, no por Chile, estoy pensando en los primeros años de los 90 y claro, era un mundo terrible que se nos decía que era sensacional porque había vuelto la democracia y nosotros no conocíamos la democracia y éramos adolescentes”.
En esas circunstancias, “confundíamos la adolescencia con la democracia, que es una confusión fácil porque, claro, te dejaban llegar más tarde, de pronto tomar una copita de vino, te dejaban fumar, todo eso parecía libertad y la democracia parece que era libertad, y, sin embargo, estábamos muy tristes y dábamos vueltas y buscábamos algo y no sabíamos qué era”.
“La iglesia había perdido toda trascendencia, no había un relato del que nos sintiéramos parte genuinamente, con entusiasmo verdadero, y ahí apareció la poesía, y en particular la poesía chilena, porque, por supuesto, nos gustaba la poesía entera, pero había algo nacional, había algo con Chile. Creo que la poesía era lo único que nos gustaba de Chile y, por supuesto, era un juicio injusto porque excluye, incluso, otras manifestaciones culturales que eran igual de importantes, como la música”, afirmó.
A uno de esos poetas que sostuvieron a la generación de Zambra, dedicó sus palabras el escritor Vicente Quirarte: “Hace 50 años lo descubrí y para mí sigue siendo un poeta vigente. Para el poeta Pablo Neruda, las cosas cobraban vida como parte de magia: las casas que fundó en Santiago, Valparaíso e Isla Negra fueron, y son, espacios consagrados. La furia de los soldados que obedecían las órdenes de un superior ha terminado, las fotografías de la barbarie quedan como testimonio de la crueldad humana que no acaba. Sin embargo, la fuerza de la poesía continúa presente en cada acto que realizamos por insignificante que parezca”.
“Los juguetes y las colecciones de Neruda cobran nueva vida en nuestros ojos, para los militares eso nada significaba, había que extirpar el mal y para ello había que arrasar lo que lo provocaba. Para ellos, Neruda era un poeta comunista, el pueblo chileno lo considera un adalid de los que luchan, como dice el poeta Fayad Jamís, zacatecano, a pesar del nombre, dice: ‘por la equidad y el pan sobre la tierra’”, agregó.
El colegiado agregó: “En estos 50 años ha habido altos y bajos en la lectura de Neruda, pero al final nos quedamos con la definición que expresó Juan Ramón Jiménez, cuando lo llamó ‘gran mal poeta’. En efecto, Neruda fue excesivo y en esa fecundidad tuvo grandes y estridentes caídas, pero es el poeta de ayer, de hoy y de mañana en las ocasiones que lo buscamos. Como la montaña siempre está allí y nos encontramos cuando más falta nos hace”.
Durante su participación, Miguel Limón Rojas señaló que bajo la presencia tutelar de Pablo Neruda y Gabriela Mistral el ciclo ‘Ni pena ni miedo’ se llevará a cabo semanalmente: “incluirá el examen y la lectura cuidadosa de otros nombres canónicos de la expresión literaria chilena a lo largo de la centuria precedente”.
“Estas charlas, conferencias, serán una invaluable oportunidad para difundir y revalorar el fecundo patrimonio literario de una de las naciones latinoamericanas más cercanas y entrañables para el corazón de México”, enfatizó.
La mesa Ni pena ni miedo. Presencia de la literatura chilena se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: el colegionacionalmx.
Sigue las transmisiones en vivo a través de las plataformas digitales de El Colegio Nacional:
Página web: www.colnal.mx,
YouTube: elcolegionacionalmx,
Facebook: ColegioNacional.mx,
Twitter: @ColegioNal_mx,
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