21 de Noviembre de 2024
Cultural

Neurociencia para vivir mejor


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*Ayuno, Temazcal y Otros Estresores Leves: La Ruta a la Consciencia Plena

| | 05 Mar 2024

"Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío", así lo afirmaba el venerado filósofo chino Confucio. Esta poderosa frase resalta la importancia de la moderación en el confort, e invita a reflexionar sobre la utilidad de la adversidad como medio para cultivar la consciencia en nuestros hijos. De hecho, muchos sostienen que salir de la zona de confort es fundamental para el crecimiento personal. ¡Y qué gran verdad encierra esta afirmación! La neurociencia respalda esta idea, revelando que dosis moderadas de adversidad y estrés conllevan una amplia gama de beneficios para la salud física y mental.


Un poco de hambre y frío, son apenas una de las múltiples formas de estresores leves que pueden desafiar tanto tu cuerpo como tu mente. Estos estímulos sacan a tu organismo de su zona de confort y liberan cascadas neuroendocrinas que potencian emociones, negativas y luego positivas, que eventualmente contribuyen al bienestar. Además, facilitan la plasticidad cerebral, lo que conlleva al cambio de pensamiento. Por ejemplo, quedarte con un poco de hambre cada día incrementa tu testosterona, mejora tu atención y aumenta tu motivación.


El estrés representa un desequilibrio energético en el cuerpo. Este desequilibrio puede ser desencadenado por diversos factores, como el ayuno, el frío o el calor, enfermedades, o incluso por eventos emocionales como un divorcio o la pérdida de un ser querido. La respuesta al estrés es un mecanismo compensatorio de vida que activa la liberación de hormonas como el cortisol y adrenalina en el cuerpo, y neurotransmisores en el cerebro como la dopamina y la noradrenalina. Estas sustancias trabajan en conjunto para prepararte a enfrentar los desafíos y adversidades.


Durante la respuesta al estrés, tu capacidad de atención se intensifica, tu energía se potencia y tus reflejos se afilan. Sin embargo, es crucial comprender la distinción entre el estrés agudo y el estrés crónico, ya que en esa diferencia yace la disparidad entre el cielo y el infierno.


El estrés agudo se desencadena y resuelve en períodos cortos, y una vez superado, el cerebro experimenta una gratificación inmensa gracias a la liberación corta de corticosteroides, opioides y dopamina. Estas sustancias inundan el cerebro, generando emociones que conducen a estados mentales de bienestar y tranquilidad. La sensación que provocan parece comunicarle al cerebro: "lo peor ha pasado y has sobrevivido, disfruta tu momento". A veces, estas emociones pueden inundar la mente con felicidad y paz, haciendo que todo parezca más claro.


Por otro lado, el estrés crónico, como el que surge al enfrentar una enfermedad prolongada, una separación afectiva o un período prolongado de desempleo, tiende a ocasionar fatiga, falta de concentración, pérdida de memoria, hipertensión, acumulación de grasa y trastornos del sueño. Este tipo de estrés prolongado pavimenta el camino hacia la depresión y la desdicha.


Hans Selye, reconocido como el pionero en los estudios sobre el estrés, destacó en el siglo pasado que nuestro organismo puede desencadenar las mismas respuestas ante diversos tipos de estrés, lo que él denominó "respuestas generalizadas al estrés". En sus investigaciones, demostró que distintos estímulos estresantes, como cambios bruscos de temperatura, dolor, intoxicaciones, restricción de movimiento, ejercicio intenso o aislamiento social, provocan las mismas respuestas, es decir, la liberación de las mismas sustancias en el cuerpo. Por lo tanto, los efectos positivos o negativos del estrés radica en cuanto tiempo estés sometido a esas sustancias liberadas.


El anhelo por alcanzar el bienestar es una constante que compartimos todos los seres vivos. Por ello, a veces caemos en la trampa de obtener el bienestar de manera fácil. Llenamos los vacíos con una dopamina barata, obtenida de reels en el celular, imágenes eróticas, y memes insustanciales. Deslizamos rápidamente nuestros dedos por la pantalla del teléfono en busca de la siguiente distracción, y en ocasiones terminamos apostando frente a una máquina. Otros recurren al sexo casual sin compromiso, al exceso de comida, al consumo de alcohol, al empoderamiento, o al deseo de ser reconocidos por los demás, buscando obtener un sinnúmero de aplausos y likes.


Sin embargo, es importante considerar que existen formas más accesibles de alcanzar un valioso bienestar. Desde tiempos antiguos, diversas filosofías han reconocido la importancia de someter al cuerpo a estrés moderado para alcanzar estados mentales de plena consciencia.


Reflexiona sobre el valor que le asignas a un pequeño bocado de comida después de un ayuno; tal vez eso sea lo que se persigue al practicar la vigilia durante la Semana Santa cristiana, en el Yom Kipur de la tradición judía, o al caminar bajo el sol durante el viacrucis, al abstenerse de placeres durante el día en el período de Ramadán del islam, al realizar posturas de yoga, seguir una rutina en el gimnasio o correr una carrera de 10 kilómetros. Piensa en el choque térmico de un sauna o temazcal, cuando el calor te envuelve, te asfixia y te deshidrata, para luego ducharte con agua helada, rehidratarte con té, comer lentamente y entonar un mantra.


Sin duda, el estrés moderado y agudo conduce al cerebro a liberar neuroquímicos que facilitan la consciencia plena, manteniéndote arraigado en el presente y haciéndote sentir verdaderamente vivo, consciente del presente y permitiéndote experimentar la plenitud del instante. Después de todo, el potencial para alcanzar la plenitud reside en ti, en tu cerebro y en tus pensamientos. Indiscutible verdad.


 


Dr. Genaro A. Coria-Avila


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Instituto de Investigaciones Cerebrales


Universidad Veracruzana