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Foto: Agencias .
*Protagonistas de mitos y leyendas
Cultura UNAM . | Ciudad de México | 17 May 2025
Por Michel Olguín Lacunza
En un día cualquiera en Universum, en el Museo de Ciencias de la UNAM, Alejandra Alvarado vivió una escena tan silenciosa como asombrosa: una lechuza de campanario se coló al recinto y comenzó a volar entre las vitrinas de la sala de biodiversidad, casi como un espectro.
La Bióloga y divulgadora ambiental en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, con experiencia en museos de México y Estados Unidos, ha desarrollado una mirada especializada sobre el comportamiento de las especies. Y nos puede asegurar que la presencia del ave fue imponente, aunque, por el tamaño y la forma fantasmal de su vuelo—, pasaba completamente desapercibida para la mayoría de los visitantes, que no notaban al animal planeando sobre sus cabezas.
Alvarado y su equipo decidieron no intervenir para no estresarla, y simplemente la observaron hasta que, tal como había llegado, desapareció sin dejar rastro. “A mediodía ya no estaba, nunca supimos por dónde se fue”, recuerda con una mezcla de asombro y ternura.
Es conocida como Tyto alba, una lechuza que posee un vuelo completamente silencioso, con alas que pueden alcanzar casi un metro de envergadura, aunque pesa menos de un kilo.
Vive de dos a cuatro años en estado silvestre, pero en cautiverio puede llegar hasta los quince. Está presente en casi todo el mundo excepto en la Antártida. Su capacidad de adaptación se debe, en parte, a su dieta oportunista. En México suele encontrarse en zonas rurales, campanarios o graneros, y se identifica por las egagrópilas —bolas compactas de restos no digeridos— que deja en el suelo.
Las genialidades de los búhos
En el reino animal, los depredadores nocturnos juegan un papel clave en el equilibrio de los ecosistemas. Entre ellos destacan los búhos, aves de caza silenciosa que, con sus potentes garras y aguda visión, capturan a sus presas en la oscuridad. Más allá de su instinto cazador, los búhos también han sido símbolo de sabiduría a lo largo de la historia.
En entrevista para UNAM Global, Alejandra Alvarado explicó que muchas veces los búhos salen al anochecer y permanecen activos hasta el amanecer. Por eso se les considera animales crepusculares. Su comportamiento es una adaptación evolutiva desarrollada durante miles de años. Estas características les permiten ser cazadores nocturnos muy eficaces que, además, brindan importantes servicios ecosistémicos.
Tanto los búhos como las lechuzas pertenecen al grupo de los strigiformes —del griego strix, que significa búho—. En el mundo existen alrededor de 220 especies distribuidas en casi todos los hábitats.
Han sido protagonistas de mitos y leyendas. En la saga de Harry Potter, por ejemplo, los personajes envían sus cartas a través de búhos y lechuzas. En Estados Unidos, estas aves aparecen con frecuencia en relatos populares.
En México
Nuestro país alberga cerca del 10?% de la diversidad biológica del planeta, gracias a su gran variedad de ecosistemas. Esta riqueza también se refleja en la diversidad de búhos que habitan el territorio. Uno de ellos es el tecolote barbudo (Megascops barbarus), una especie que vive únicamente en los bosques de niebla de Chiapas. Su hábitat está sumamente restringido y enfrenta amenazas como la deforestación, provocada por la ganadería y otras actividades humanas.
A diferencia de las lechuzas, los búhos tienen los ojos de color amarillo o anaranjado, mientras que las lechuzas tienen ojos más pequeños y de color almendrado. Ambos tienen una visión binocular, similar a la humana, esto les otorga gran precisión para localizar a sus presas durante la noche. Además, sus plumas son sumamente suaves y diversas en todo el cuerpo, lo que les permite volar sin hacer ruido.
“Parecen pelotitas flotadoras, la superficie superior de las plumas de los búhos está cubierta de pequeñas estructuras suaves y parecidas a pelos. Estos ayudan a absorber el sonido producido por el movimiento del aire sobre las alas. Es como si tuvieran un «silenciador» natural integrado en sus plumas.”, comenta Alvarado.
Este vuelo silencioso les permite acercarse sigilosamente a sus presas. Pueden atrapar un ratón a solo veinte centímetros sin que éste lo note. Aunque no tienen orejas visibles, sus oídos son tan agudos que detectan a un ratón moviéndose bajo la hojarasca. Así, ayudan a controlar plagas y a mantener el equilibrio ecológico.
Alimentación
Su dieta es completamente carnívora e incluye ratones, ratas, ardillas, tusas, crías de conejo, liebres, musarañas, murciélagos y otras aves como gorriones. También consumen reptiles —serpientes y lagartijas—, anfibios como ranas y sapos, e insectos como escarabajos y grillos.
Algunas especies incluso se alimentan de peces en lagos pequeños, y otras de artrópodos como escorpiones o alacranes. Esta forma de alimentación se conoce como dieta oportunista: comen lo que esté disponible. Cuando capturan una presa, la devoran entera. Su sistema digestivo disuelve la carne, pero los huesos y los pelos son compactados y expulsados como egagrópilas.
Otras especies
En el Ártico habita el búho nival, que cambia el color de su plumaje según la estación: blanco en invierno para camuflarse con la nieve, y pardo en verano. También está el búho cornudo americano (Bubo virginianus), robusto y de mirada intensa. Puede vivir hasta treinta años en cautiverio y habita en bosques templados de América, incluyendo zonas de México. Suele anidar en huecos de árboles o en nidos abandonados. Su aspecto ha inspirado personajes de ficción, como un búho mecánico en el cine.
Alvarado menciona también al mochuelo enano, tan pequeño que cabe en la palma de la mano. Vive en hábitats que van desde bosques tropicales hasta zonas semiáridas y áreas urbanas. Se distribuye desde el sur de Estados Unidos hasta Sudamérica.
Entre los más grandes está el búho real (Bubo bubo), comparable al águila real, con una envergadura cercana a los dos metros. Aunque imponente, también vuela en completo silencio. Habita en Eurasia y el norte de África, en zonas montañosas, acantilados, estepas y bosques abiertos. México cuenta con una única especie endémica de búho: el tecolote barbudo. Su limitada distribución lo convierte en una prioridad de conservación.
Más allá de sus cualidades biológicas, estas aves han sido fuente de mitos. Algunas culturas las asocian con la muerte, pero otras —como la UNAM— las vinculan con la sabiduría. “Tal vez por sus grandes ojos, que simbolizan observación, algo esencial para la ciencia”, reflexionó Alvarado.
Observarlas, conocerlas y aprender de ellas es una puerta de entrada al asombro por la biodiversidad.
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