Mil cadáveres radiactivos

*Pudriéndose en torno a la central, un millar de muertos por el terremoto no pueden ser recogidos por su alta radiación

Agencias . | Tokio, Japón | 31 Mar 2011

Ni siquiera los muertos pueden descansar en paz tras la tragedia de Japón. En cualquier otro desastre natural, los cadáveres se recogen, se cuentan, se honran y se entierran, casi siempre en fosas comunes, después del terremoto, huracán o ciclón de turno. Pero no en Japón, donde pende la amenaza de las fugas radiactivas procedentes de la accidentada central de Fukushima 1, golpeada por el tsunami del pasado 11 de marzo.

Según informan los medios nipones, un millar de cadáveres permanecen desde entonces en el perímetro de seguridad de veinte kilómetros alrededor de la planta atómica, que ha sido evacuado por sus altos niveles de radiactividad. Protegidos con trajes especiales y dotados con contadores Geiger cuyas agujas saltan cada dos por tres, policías y bomberos intentan recoger dichos cuerpos, pero algunos están tan contaminados por la radiación que suponen un serio peligro para la salud.

En tales condiciones, los cadáveres no se pueden entregar a sus familiares. Tampoco quemar, como manda la tradición nipona, porque liberarían a la atmósfera más partículas tóxicas, ni enterrar, ya que contaminarían el suelo.

Según la agencia Kyodo, un cuerpo tuvo que ser abandonado el domingo en el pueblo de Okuma, a solo cinco kilómetros de la central, por «sus elevados índices de radiactividad». Enclavada al noroeste de la costa nipona, Fukushima fue una de las prefecturas más castigadas por el tsunami, pero de momento solo se han encontrado 1.049 fallecidos y los equipos de rescate todavía buscan a 4.798 desaparecidos. Entre los escombros que dejó la ola gigante y bajo la lluvia ácida de los últimos días, un millar de ellos se pudren en la «zona muerta» de 20 kilómetros en torno a Fukushima 1.

Los problemas se le acumulan al Gobierno del primer ministro Naoto Kan, cada vez más presionado para ampliar el área de evacuación por el aumento de la radiactividad, que en el mar ya supera 4.385 veces los límites permitidos.

Las fugas al océano Pacífico no cesan pese a los titánicos esfuerzos de los héroes kamikazes que se están exponiendo a altas radiaciones para enfriar los reactores dañados. Lo mismo ocurre en el aire, donde la concentración de partículas tóxicas es 74 veces más alta de lo normal en Fukushima, a 60 kilómetros de la planta y fuera de la zona de exclusión.

Zona de exclusión
En los campos de cultivo de Tsushima, a treinta kilómetros de la central, Greenpeace ha detectado niveles de radiación hasta doscientas once veces por encima de lo habitual. De ahí que, tanto el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) como Greenpeace hayan pedido a las autoridades japonesas que amplíen la zona de exclusión y realojen a las ciento treinta mil personas que viven a entre veinte y treinta kilómetros de la central, que se sumarían a las setenta mil ya cobijadas en refugios temporales.

De momento, el Gobierno ha recomendado a los vecinos que permanezcan encerrados en sus casas o se marchen. Pero no para prevenirles futuras enfermedades, sino por falta de suministros porque muchos transportistas se niegan a llevar sus mercancías hasta dichos lugares por miedo a la radiactividad.

«No tenemos plan de evacuar inmediatamente pero incrementaremos la vigilancia y, si continúa la radiación alta, tomaremos medidas», prometió el portavoz del Gobierno, Yukio Edano.