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Macondo.
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*La importancia —y el riesgo— que implica llevar una obra de la literatura universal a una serie de 16 episodios ha estado en la cabeza de la producción de Netflix desde el día uno
| | 13 Abr 2024
Caminé por quinta vez las calles de Macondo; cuatro fueron en mi cabeza, en mi propia imaginación y representación de ese pueblo que fundó José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán con un puñado de gente, gracias a la magnífica pluma de Gabriel García Márquez. Esta vez fue en la vida real, en Colombia, en el set de la serie Cien años de soledad que produjo Netflix.
Mercedes Barcha, esposa de Gabo, tuvo que vender hasta los electrodomésticos de su casa para enviar la mitad de los manuscritos de Cien años de soledad porque no alcanzaba el dinero para mandarla completa. “Lo único que falta es que la novela no sea buena”, contó muchas veces Gabo que le dijo Mercedes.
Como Mercedes, Úrsula Iguarán tuvo que mantener la economía familiar de los Buendía y creó una productiva empresa de animalitos de caramelo, mientras José Arcadio se empeñó en cumplir diferentes sueños a lo largo de su vida.
Netflix también se empeñó en llevar a la pantalla esta historia que ha sido traducida a más de 250 idiomas y vendido más de 50 millones de libros desde aquel 5 de junio de 1967 que salió a la venta en Buenos Aires, Argentina, bajo el sello editorial de Sudamericana.
García Márquez nunca llevó a cabo esta adaptación de la que es tal vez su novela más importante —o al menos la más leída—: “Gabo no quería hacer una película; siempre pensó que podía ser una telenovela. Una serie es lo más cercano a lo que él imaginaba”, dijo Gonzalo García Barcha, su hijo.
“Con Rodrigo García, con su hermano y su madre —que en ese momento aún estaba viva— decidimos adaptar la novela. Acordamos que sería en español y filmada en Colombia, condiciones que eran muy importantes para la familia de Gabo. Rodrigo tenía interés en que la serie también contribuyera al desarrollo de la industria cultural colombiana, dejando un legado industrial y profesional significativo”, dijo Francisco Ramos, vicepresidente de Contenidos de Netflix Latam, antes de la visita al set de la serie.
La importancia —y el riesgo— que implica llevar una obra de la literatura universal a una serie de 16 episodios ha estado en la cabeza de la producción de Netflix desde el día uno.
“Nuestro primer objetivo es mantener la integridad de la historia, incluyendo el dónde, cuándo y cómo ocurren los eventos. Hemos sido muy meticulosos y detallistas en la deconstrucción del texto, con todo el equipo de arte, vestuario y guion, trabajando arduamente para interpretar el texto y crear el contexto visual de la historia”, explica Francisco Ramos.
El colombiano Diego Ramírez Schrempp, productor ejecutivo de Dynamo —coproductora con Netflix— lo dejó muy claro: “Cien años de soledad marca un hito significativo en nuestra colaboración con la plataforma, una relación que ha sido cultivada y fortalecida durante la última década, con proyectos como Narcos, Frontera verde, El robo del siglo, Distrito salvaje y Colmenares en Colombia, así como La Búsqueda y Colosio en México, entre otros. Es un gran orgullo y una enorme responsabilidad, ya que estamos llevando a cabo este proyecto principalmente con manos y talento colombianos. Es un testimonio claro de que en este país contamos con lo necesario para realizar proyectos de talla internacional”.
Entre todo el equipo colombiano hay algunos extranjeros: el argentino Alex García López, director de la serie, de la mano de la colombiana Laura Mora (Los reyes del mundo, 2022); y los mexicanos Eugenio Caballero y Bárbara Enríquez, en el diseño de la producción.
“Considero que esta historia tiene una universalidad notable. Además, su ejecución la dota de un carácter inherentemente colombiano, una percepción que se afianzó durante mi visita a la costa caribe hace aproximadamente un año y medio; comencé a comprender la cultura costeña y a apreciar cómo Gabo eligió narrar este relato en forma de un extenso cuento, un "vallenato de 500 páginas", como él lo describió, impregnado de la esencia del "mamando gallo” (bromeando). Aborda esta narrativa de manera satírica y crítica, con un enfoque tanto divertido como poético, a la vez que aborda temas de violencia y drama con crudeza”, explica el director.
Y confirma: “Considero que el realismo mágico no es un género literario, sino un estilo de vida arraigado en América Latina y la costa colombiana. Para mí, el desafío era filmar algo tan mundano. Creo que esa cotidianidad lo hace extraordinario porque adquiere un aura mágica. Suceden cosas como la inexplicable ascensión de Remedios la bella al cielo y su muerte. Creo que al no tratar de racionalizar los sucesos y simplemente dejar que ocurran, estos se expresan en su máxima esencia.
Macondo y la casa
Casi igual que los Buendía, la producción comenzó la planeación; en este caso de más de cinco años de antelación. Fue Eugenio Caballero quien hizo el diseño de producción, y creó cada uno de los rincones de Macondo y de la Casa Buendía en todas sus etapas. Y fue Bárbara Enríquez quien hizo realidad ese diseño en las locaciones de la casa Buendía y Macondo, a lo largo de 100 años que dura la historia de Gabriel García Márquez, y que significó crear cuatro Macondos en sus diferentes etapas y la evolución —e involución— de la casa Buendía en el tiempo.
“Él empezó a diseñar este proyecto y en algún momento me llamó a mí para que yo heredara el diseño y levantara este monstruo”, aseguró Bárbara Enríquez.
Para elegir dónde se filmaría la serie, “hicimos una búsqueda de locaciones por todo el país —la costa Atlántica, Cali, Villavicencio y Girardot, en la costa: Palomino, Santa Marta, y Barranquilla—. Fueron muchas semanas y muchas horas de búsqueda para encontrar el lugar indicado para llevar a cabo una producción de esta dimensión. Tenemos una operación de mil 100 personas. Estamos a cuatro horas de Bogotá y tenemos un aeropuerto a 40 minutos en Ibagué, logísticamente nos funcionaba muy bien. La zona de Tolima tiene una parte geográfica muy hermosa”, narró Carolina Caicedo, productora general y ejecutiva.
Recorrer la casa es una experiencia mágica, y es que desde que entras a la enorme carpa — 45 metros de largo por 25 metros de ancho y hasta 20 de alto— donde se encuentra, queda claro a dónde vas llegando; empezando con la vegetación.
“Todo lo que ven de los jardines está vivo. Es un trabajo de Marta Duque, una paisajista colombiana, que hizo el diseño de jardines de la Casa Buendía y de Macondo. La gran mayoría de las plantas son reales y están basadas en el libro Flora de Macondo, escrito por el botánico colombiano Santiago Madriñán”, explicó Bárbara, al iniciar el recorrido.
“La casa Buendía es un personaje más de Cien años de soledad que va evolucionando conforme van pasando las generaciones de la familia. Al principio hicimos una casa en el Macondo primitivo de bahareque, donde había casas más vernáculas, al lado de un río. Esa casa la filmamos aquí cerca en un lugar que se llama Garranchal. Después, la casa fue evolucionando hasta llegar a esta, que tuvo una etapa anterior de un solo piso, que tenía techos de palma. En la etapa cuatro de la casa tiene dos pisos, y todas las habitaciones funcionales”, explicó la diseñadora de producción.
Macondo, los cuatro pueblos que se construyeron desde cero para cada una de las etapas de la novela, está a cinco minutos de la casa; en las calles trazadas —y bautizadas por la producción en honor a la familia de García Márquez— se puede ver la casa de los pescadores, la botica, el Hotel Jacob, la oficina del corregidor Don Apolinar Moscote, la calle de los turcos, la tienda de juguetes de Pietro Crespi, el bar de Catarino, la escuela, y el almendro de la plaza central. Es increíble que sea un set que se construyó desde sus cimientos.
“Reconocemos que cada lector de Cien años de soledad tiene su propia interpretación de Macondo y la Casa Buendía; nuestro objetivo era cumplir con las expectativas mediante un exhaustivo estudio de García Márquez y su entorno”, concluyó Bárbara Enríquez.
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