03 de Febrero de 2025
Internacional

Revolución papal; buscan acercarse al hombre contemporáneo


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*Especialistas advierten que francisco enfrenta una lucha solo contra resistencias dentro de la santa sede, debido a sus ideales para renovar a la iglesia católica, entre ellos la inclusión de la mujer

Agencias . | | 06 Feb 2016

En el Vaticano no todo es miel sobre hojuelas para el papa Francisco. Los cambios que ha comenzado y que se notaron desde el inicio de su pontificado han ocasionado mal humor en los corredores de la curia desde la noche de su elección.

Sus discursos sobre la pobreza, sus duras críticas a los sacerdotes “vanidosos y enfermos de poder que se enriquecen con puestos que deberían ser para ayudar a los más necesitados”, los llamados para tener una Iglesia más “abierta y moderna”, aunado a las reformas fiscales que ha comenzado en la Banca Vaticana, también le han ocasionado muchos críticos y opositores.

Incluso, su llamado a que el papel de la mujer en el interior de la Iglesia sea de mayor relevancia al que tiene, pues por lo regular se limita a un rol de servicio, donde él mismo ha reconocido que es de servidumbre, “por lo que es necesario realizar una teología de la mujer”, ha encontrado muchas resistencias, incluso hasta en su equipo más cercano.

Para Marco Politi —uno de los vaticanistas más respetados y con una serie de libros y ensayos publicados— sobre el caso específico de las mujeres y sobre si algún día podrá haber un sacerdocio femenil aceptado y reconocido, el punto nodal es la crisis del clero.

“La parroquia ha sido la gran invención del cristianismo. Un territorio, un pueblo de fieles, una guía espiritual en contacto directo con ellos. Esta estructura que ha sostenido por siglos el tejido del catolicismo se está desmoronando por la falta de vocaciones.

“En Estados Unidos y en Europa septentrional, las iglesias se están vendiendo, lo que lleva a perder el contacto directo entre parroquias y parroquianos; por otra parte, en el tercer mundo, muchas parroquias están tan distantes unas de otras que por meses no se ven los párrocos, así que si en los años 70, el hecho de contar con un sacerdocio femenil era cuestión de paridad, hoy, en el siglo XXI, obedece más a una cuestión de sobrevivencia de la estructura territorial de la institución eclesiástica”, afirma Politi.

Para ejemplificar el caso, en su libro Francisco entre lobos, el secreto de una revolución, escribe sobre lo que ocurre en Effretikon, un pueblo cercano a Zúrich de casi 15 mil habitantes, donde el párroco es una mujer: Monika Schmid, quien nació en 1957, y estudió pedagogía religiosa, teología en Lucerna y Salisburg, además de un curso de teología espiritual.

Ella llegó como asistente pastoral, pero desde 2001 asumió la guía de la comunidad por entero. Recibió el mandato canónico, un documento que le confía oficialmente la parroquia, aunque formalmente el titular es un sacerdote que no existe.

De acuerdo con el vaticanista, la crisis de las vocaciones en Suiza, como en otras naciones occidentales, “es grave”.

La Iglesia a la que piensa Francisco no está obsesionada de la transmisión descoordinada de una serie de doctrinas que se imponen a fuerza de insistir, al contrario, está lista a correr el riesgo de confrontarse con el hombre contemporáneo. De ahí que indique objetivos precisos donde se invierte toda la pirámide eclesiástica: el pontífice, la curia, los sínodos, las conferencias episcopales, los órganos consultivos de la diócesis, el rol de los fieles y la responsabilidad que deban tener las mujeres.

“Una excesiva centralización”, subraya Francisco, “no ayuda a la Iglesia, al contrario, complica su existencia y su dinamismo misionario”.

Sus principales críticas han sido para la curia, a la cual, hace notar Politi, pocas veces lo hace por su nombre, como si quisiera eliminar la palabra símbolo de un poder, que durante muchos años también ha sido un organismo de censura.

Sólo en el discurso del 21 de diciembre de 2013, recuerda Politi, con motivo de las felicitaciones natalicias a los prelados y funcionarios de los dicasterios romanos, el Papa ha nombrado expresamente a la curia repitiendo que “cuando la actitud no es de servicio a la Iglesia y a sus obispos, entonces crece la estructura de la curia como una aduana pesada y burocrática, inspectora e inquisidora, que no permite la acción del Espíritu Santo y el crecimiento del pueblo de Dios”.

Palabras que molestaron a muchos, y que de acuerdo con el vaticanista, cambiar la orientación de la curia será uno de las tareas más difíciles de su pontificado, tomando en cuenta que desde que nació el Estado de la ciudad del Vaticano (el 11 de febrero de 1929) ha prosperado un gran grupo eclesiástico que ha sabido hacer jugosos negocios.

En algunos ambientes de la curia, sostiene Politi, la moda es reírse del discurso simple de Francisco, atribuyéndole una escasa consistencia doctrinal. También en el extranjero hay cardenales que lanzan sus dardos sobre la exigencia o necesidad “de ayudar al Papa con la teología”, elogiando, en contraste, a Benedicto XVI, que es un gran y reconocido teólogo.

Un botón de muestra

La resistencia a los cambios del Papa quedó clara en el Sínodo sobre la Familia en octubre de 2015, donde algunos de los temas de mayor impacto tenían que ver con los divorciados, los homosexuales y la contraconcepción, y asimismo los conservadores se impusieron a los reformadores.

“Francisco no quiere mutar la doctrina, pero retiene indispensable cambiar radicalmente el acercamiento pastoral, pues han pasado más de 30 años que se había llevado a cabo el último sínodo de la familia (en 1980) y la realidad hoy es otra, donde están más presentes los divorcios, las familias homosexuales, las familias donde hay sólo padre o madre, las uniones del mismo sexo, donde los retos pastorales requieren de respuestas contemporáneas”.

Su popularidad

Al inicio de 2014, el instituto de investigación sobre estudios políticos, económicos y sociales Eurispes realizó una encuesta en Italia, donde a 87% de la población le gustaba Francisco como Papa.

Un día después de su elección en el Vaticano, otro instituto, Demopolis, había registrado que tenía una popularidad de 95%, en la que su simplicidad, la espontaneidad de su lenguaje y su atención hacia los más débiles se mantenían por arriba de 65% de aprobación. En ese momento, 58% de los entrevistados se dijo convencido de que gracias a él en la Iglesia habría una renovación.

Para el historiador de la Iglesia Alberto Melloni, el papa Francisco sabe estar solo en muchas de las batallas que está enfrentando y, sobre todo, sabe que dentro de la curia está aislado.

“El riesgo es que, a pesar de que todos digan que es santo y bueno, al final el pontífice esté solo”, dice Melloni en su libro Lo que queda de Dios.

Por su parte, Politi hace notar que actualmente, en la Iglesia universal no existe un movimiento organizado de sostenedores de su revolución. Sí llena las plazas, lo aplauden de todas partes, pero las asociaciones católicas, hasta ahora, se han mantenido inmóviles, mientras que en los tiempos de Juan Pablo II, movimientos como Comunión y Liberación, así como el Opus Dei, se movilizaron activa y abiertamente en favor de los programas del Papa polaco.

“El futuro cónclave, Europa no tendrá la mayoría de cardenales electores. Ya ha sido calculado que dentro de cinco o seis años Francisco habrá renovado más de la mitad del cónclave y dejará un colegio electoral más mundializado, pues el futuro del catolicismo ya no está en el viejo continente, sino entre las masas del tercer mundo”.



ABDICACIÓN DE BENEDICTO, VENTANA A LA RENOVACIÓN
Cuando el 11 de febrero de 2013 Joseph Ratzinger abdicó como Papa (después de casi ocho años) muchos pensaron que luego de tanto tiempo sin un pontífice italiano (35 años) había llegado la hora de volver a los orígenes, ya que fue con Juan Pablo I, en 1978, que esta estación en la Santa Sede se había cerrado.

Durante poco más de un mes que pasó desde la renuncia de Ratzinger hasta la elección de Jorge Bergoglio, los nombres de los posibles sucesores cambiaban día a día.

El domingo previo al inicio del cónclave, el diario más importante e influyente en Italia, el Corriere della Sera, publicó a ocho columnas el título La esperanza de un pontífice italiano, donde clara y directamente dejaban ver al arzobispo de Milán, Angelo Scola, como “un digno representante de la Providencia para el rescate nacional y para la Iglesia”.

El nombre de Bergoglio, una semana antes del cónclave no estaba en la agenda, a pesar de que en el cónclave de 2005 el argentino resultó finalista con Ratzinger.

Marco Politi, uno de los vaticanistas más respetados y con una serie de libros y ensayos publicados, narra en su último libro Francisco entre lobos, el secreto de una revolución que, contrariamente a la imagen estereotipada de la curia, ésta, durante el último cónclave, no resultó ni conservadora ni monolítica.

“Los varios grupos en el interior se movían por cuenta propia y sólo una parte estaba en favor del candidato Scola. Había quienes después del pontificado eslavo y luego el alemán, que habían cerrado simbólicamente el quiebre de Europa producto de la Guerra Fría, pensaban que había llegado la hora de darle voz al catolicismo del Nuevo Mundo”, escribe Politi.

Y de esto, el todavía poderoso cardenal Tarcisio Bertone estaba al tanto, por lo que la (su) maquinaria comenzó a operar en favor de Odilo Scherer, arzobispo de San Paolo, en Brasil, la nación con el mayor número de católicos en el mundo.

Sin embargo, aunque al inicio del cónclave Scherer y Scola eran los favoritos e incluso se creyó que el mismo Ratzinger apoyaba a Scola, el cónclave que Benedicto XVI había formado durante sus ocho años como Papa era claramente antiitaliano, pues de los 115 cardenales electores sólo 28 eran italianos y justo para las elecciones, según Politi, además estaban divididos.

“Los cardenales extranjeros estaban molestos y cansados de las guerras intestinas en la curia. Un clarísimo ejemplo fue la fuga de documentos (Vatileaks), que da cuenta de la disgregación y la parálisis a la que la maquinaria vaticana había llegado. En todos los medios internacionales se dieron a conocer las acusaciones de monseñor Carlo Maria Viganò contra el cardenal Bertone y las acusaciones de corrupción en el Estado pontificio”.

Vatileaks fue el parteaguas que hace a Ratzinger decidirse por la dimisión que, al mismo tiempo, dejó sin poder al clan Bertone, lo que termina por hundir a Scherer, pues en alguna declaración afirmó que de convertirse en papa dejaría a Bertone como secretario de Estado. A Scola, asegura Politi, lo terminan por hundir las relaciones y alianzas entre Comunión y Liberación con Berlusconi, ya para entonces bastante
desacreditado por sus escándalos.

La importancia de Benedicto

“Sin Ratzinger no existe Francisco. Sin la dimisión de Benedicto XVI, el catolicismo no habría llegado al cambio histórico de un papa del Nuevo Mundo”, escribe Politi en su último libro. Señala que en la historia de la Iglesia católica nunca hubo una dimisión voluntaria y libre, pues los anteriores retiros (en siglos pasados) habían sido causados por presiones externas.

“La dimisión de Ratzinger es completamente diversa. No es forzada. Es el resultado de un razonamiento preciso, pues Benedicto XVI quiere poner orden en la curia, ya que su retiro obliga, por norma del derecho canónico, a los máximos dirigentes del gobierno central de la Iglesia a convertirse igualmente en dimisionarios, por lo que su decisión de abdicar equivale a una suerte de golpe de Estado, que en el Vaticano disuelve todo”.

Así, asegura Politi, Benedicto XVI, por primera vez en su pontificado, se mueve con una estrategia planificada, ya que después de Vatileaks instituye una comisión que investigue los hechos a cargo de los cardenales Julián Herranz, Salvatore De Giorgi y Jozef Tomko, que dan cuenta sobre las irregularidades financieras y hasta sexuales dentro del Vaticano.

“A la hora de su abdicación, Ratzinger cumple el gesto más importante de su pontificado. El acto por el cual pasará a la historia. Benedicto XVI cumple así con la reforma iniciada por Pablo VI, que para rejuvenecer la jerarquía eclesiástica declaró dimisionarios a los obispos mayores de 75 años y excluyó del cónclave a los mayores de 80”.

El cambio

Pocos días después de la elección, el papa Francisco provoca un leve temblor en el interior del Vaticano, cuando en la primera audiencia con los medios de comunicación expresa: “Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres”.

Sus palabras, que son largamente aplaudidas en el auditorio, son publicadas también en primera plana por el Osservatore Romano.

“Los jefes de la Iglesia muy a menudo han sido narcisistas, y malamente alabados de sus cortesanos. La corte es la lepra del papado”, confía en la histórica entrevista al periodista y escritor Eugenio Scalfari.

De acuerdo con Politi, Francisco poco a poco comienza a desmontar la mitología del pontífice emperador.

“Francisco va a la raíz del problema. Redimensiona la forma de la Iglesia, que es piramidal, y donde la curia romana simboliza el cuartel general, un lugar de mando donde están convencidos de ser el centro de todo del mundo católico”.

“Por eso para Francisco ha llegado el momento de llevar a cabo la “colegialidad”, emanado del Concilio Vaticano II, donde Papa y obispos juntos, así como Pedro unió a los apóstoles, tienen la responsabilidad dividida del gobierno de la Iglesia Universal”, explica Politi.

De esta manera, treinta días después del cónclave, el Papa inicia su revolución y con un comunicado de prensa instituye su grupo de trabajo, integrado por ocho cardenales de los cinco continentes. Para América Latina elige al hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga y el chileno Francisco Javier Errázuriz. Para América del Norte queda el estadunidense Sean Patrick O’Malley. Para Europa, el alemán Reinhard Marx; para Asia, el hindú Oswald Gracias; para África, el congolés Laurent Monsengwo Pasinya, y para Oceanía, el australiano George Pell.

Pasan otros cinco meses y Francisco da otra sorpresa. El 28 de septiembre de 2013 institucionaliza el “consejo de cardenales”, el que, según sus propias palabras, “tendrán la función de ayudarme en el gobierno de la Iglesia universal”.

Antes, en pleno verano del 2013, el 24 de junio, nombra una comisión de investigación para el IOR (Instituto para las Obras de la Religión), mejor conocido como la Banca Vaticana.

Un mes después, el 18 de julio, nace la “comisión para la simplificación y racionalización de las estructuras económico-administrativas de la Santa Sede”.