27 de Abril de 2024
Una opinión diferente
Por: Isael Petronio Cantú Nájera

Normalidad… ¿Nueva?

15 May 2020 / *¿En que momento la raza humana se volvió enemiga de sí misma?

Cuando se nace, nuestro cerebro que viene en blanco, inicia su aprendizaje imitando las conductas que mira en su entorno. La familia, núcleo básico, del desarrollo emocional y cultural, a su vez, tiene una carga de conocimientos, pautas de conducta… una visión del mundo que la antecede.

El proceso de enseñanza-aprendizaje puede tener múltiples metodologías, pero la más común es la: imitación y la repetición del acto que con el tiempo se vuelve: ¡Normal!

La construcción del Estado, o ciudades Estado, fue la acreción de las familias y a su vez, la estructuración de modelos organizativos que permitieran la defensa común de la vida y lo que ello implica: la vida, alimentación, vestimenta y hogar. Aprehender a cazar, vestir la piel de las presas, hacer armas, ubicar la mejor cueva, las fuentes de agua… tras miles de años, dio como resultado la moderna humanidad que hoy se encuentra pavorida ante un ser microscópico y cargado de mitos postapocalípticos: ¡un virus!

¿En que momento la raza humana se volvió enemiga de sí misma?, algunos estudios dicen que los Homo Sapiens, contribuyeron a la extinción de los Homo Neardenthalensis, compitiendo por su espacio, matándolos o asimilándolos en su nueva cultura; lo cierto, es que tanto Darwin como Marx, en campos diversos de la ciencia, concluyen que la evolución se debe a la competencia y la sobrevivencia del más fuerte… no solamente en la relación física-mecánica del cuerpo en sí, sino en la “inteligencia” de esa especie que se despliega por la naturaleza. Si al principio la guerra se define por la fortaleza del cuerpo, con el paso del tiempo se define por la ciencia y la tecnología. En todo caso el darwinismo social, encuentra una propuesta de solución en la creación marxista de un mundo centrado en el bien común de lo humano y no en la lucha por acumular bienes, riqueza y poder.

Por oleadas culturales, ser en el mundo, es imitar lo que el mundo es y así: ser normal para los demás es comportarse como ellos, no ser una anormal o subnormal.

La palabra norma viene del latín norma con lo cual se designaba una escuadra que usaban los carpinteros para hacer que los objetos que construían tuvieran el preciso ángulo recto de 90 grados y la pieza estuviera normal…, también, es posible que norma, provenga del griego gnÕmona que se refiere a una persona que “sabe discernir, experto, buen conocedor, capaz de distinguir… en ambos casos, la norma se refiere a lo que actualmente cualquier diccionario nos dice: “Regla que se debe seguir o a que se deben de ajustar las conductas, tareas, actividades, etc.” o “Precepto jurídico”.

Pero… las normas no son eternas en su gran mayoría y otras resisten el paso del tiempo, se consolidan y se vuelven códigos éticos y morales para vivir mejor y ser felices. Así, hay diferencia entre las normas del trato entre personas, de urbanidad y que se pueden cumplir o no; pero hay otras, que cruzan el campo y llegan a ser conductas reprochables y criminales: puede usted estornudar sin taparse la boca y la nariz con el antebrazo cuando no hay pandemia y nadie le dirá nada o tal vez, por norma y de manera comedida, le dirá: ¡Salud!... pero, si lo hace en época de pandemia, lo más seguro es que: ¡Te linchen!, lo que demuestra que nuestra “normalidad” de estornudar abiertamente y decir salud a quien lo hace, ha dejado de ser normal.

Cada ciclo de normalidad ha sido roto por crisis, cuyo trasfondo es la asimetría de la relación entre humanos, entre estos y otras especies o con la propia naturaleza. Nuestro ciclo montado en un sistema capitalista de producción; ha hecho de las relaciones interpersonales una simple compra de mercancías y si bien, hay un complejo mundo ideológico que sublima estas relaciones con un discurso retórico de amistad, de amor, de solidaridad, de justicia y de felicidad, analizado más detenidamente, solo es una postura demagógica ante la conducta del Homo Aeconómicus que mira al otro, como un objeto de explotación. Esa anormalidad se ha normalizado en todo el mundo y, hoy, los mecanismos financieros que lo mueven y las asimetrías creadas ha generado, según el Banco Mundial 3400 millones de pobres que viven con menos de 3.20 dólares al día, casi como ¡76 peso al día!

Obviamente, esa pobreza es compleja, no hay alimentación correcta, educación, casa, servicios o derecho a la salud.

Así, en este mundo donde algunos vemos una profunda crisis civilizatoria y la necesidad de trabajar en lo echado a perder, otros ven como normal, seguir explotando a los pobres, contaminar ríos lagunas y mares, tierra y aire, oprimiendo a las mujeres y un largo etcétera de todo lo que realmente ya es anormal.

Tras la pandemia provocada por el SARS-CoV2 enfermándonos de COVID19, una especie de influenza que ya ha matado a más de tres cientos mil humanos en el planeta, nos debemos de plantear qué cosas normales ya son anormales y sí queremos sobrevivir, debemos de cambiarlas de manera urgente.

El análisis del funcionamiento de los Estados y los Gobiernos que lo administran, arroja, desde hace más de 30 años, tres actitudes normalizadas: Corrupción, ineficiencia y abandono de políticas de hondo calado social y digo del Estado, porque sin duda, es la suma de todas las familias de un país y a él se le ha delegado la representación máxima para que “eduque en la normalidad”; sin embargo, como el padre borracho en la familia; este Estado y sus personeros, ¡se pararon en medio de la sala y ensalzaron como virtudes su vicios execrables…!

Estamos obligados, frente a la pandemia a destruir la criminal normalidad y construir una nueva normalidad, no solo en el campo del derecho a la salud, sino en el extenso territorio de los derechos humanos, sociales y políticos. Hay una duda sistémica: ¿Quién inicia y construye la nueva normalidad? Solo hay tres variantes: el gobierno; una parte de la sociedad civil o una coordinación entre sociedad civil y gobierno.

Estoy convencido que la última es la mejor vía, la cual he sintetizado como una gobernanza democrática, donde sectores de la sociedad civil, cada vez mayores, se sumarán a las tareas de cogobernar y harán que los políticos cumplan con su obligación de gobernar para el mayor bien común de todos y todas.

Finalmente, si alguien estornuda sin los protocolos debidos, no les digas ¡salud!, dígales: ¡Cúbrete la boca y la nariz, no contamines! Y así en cada cosa anormal del mundo capitalista neoliberal, estamos obligados a acabar con la pobreza, la explotación, la corrupción, el narcotráfico, las guerras, la contaminación, simplemente porque todo eso ¡No es normal!

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